"En todo tiempo bendice al Señor Dios y pídele que tus caminos rectos y todas tus sendas y consejos vayan bien encaminados; porque no es del hombre el consejo; sólo el Señor es quien da todos los bienes, y a quien quiere le humilla según su voluntad. Acuérdate, pues, hijo mío, de mis preceptos y no se borren de tu corazón" (Tb 4,19).
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