Permitir al creyente acercarse a la Palabra de Dios en la lectura, estudio y meditación de la misma, es darle agua viva para calmar la sed de su espíritu. Se trata de una forma eficaz de recordarle que la salvación nos alcanza a todos los creyentes escuchando esa Voz que dentro de nuestro corazón nos alimenta y nos ama.
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