Cuando la Biblia habla del texto de la presentación del Señor, nos dice que el Señor visita su templo: se acerca con la debilidad de un niño, no para juzgar a los que no cumplen la ley, sino para someterse él mismo a ella. La ofrenda que pagan por él sus padres, se ofrece a Aquel que, en su Hijo, lo ha entregado todo. Los dos ancianos que vivían, como el verdadero Israel, vigilantes y a la espera, se dan cuenta ahora de que ha sido Dios quien los ha precedido y por eso Simeón exclama:
«¡Mis ojos han visto la salvación que has preparado!» (Lc 2, 30). Nuestros ojos también contemplan al Salvador en este y otros textos del Evangelio y nos anima a anunciarlo a todas las naciones.
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