"Y no te ensoberbezcas en tu corazón ni desprecies a los hijos e hijas de su pueblo, rehusando tomar de ellas mujer, porque en el orgullo está la perdición y el desorden, y en la ruindad la penuria y el hambre, pues la madre del hambre es la ruindad. No retengas una noche el salario de un obrero que trabajare para ti; entrégaselo luego. Si sirvieres a Dios. Él te recompensará. Atiende, hijo, a todas tus obras y muéstrate prudente en tu conversación" (Tob 4,14).
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