En la Biblia, Abraham supo reconocer confiadamente que la salvación viene de Dios y no en la fábrica el hombre. Esta fue confiada lo impulsó a obrar buscando, indagando, presintiendo, caminando no para merecer sino para actuar la salvación en él y en sus hijos. Por ello será siempre el eterno peregrino en su descendencia hasta llegar a la plenitud de los tiempos.
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