Cada día que pasa se hace más difícil, para mucha gente, tener tiempo para sentarse a estudiar largo y tendido sobre algún tema que no está propiamente relacionado con lo que se hace. El mundo moderno ha hecho un poco, —o un mucho— a un lado el "ser", para centrarse más bien en el "hacer".
Para los creyentes, la Palabra de Dios es algo esencial de nuestro "ser" y se proyecta en nuestro "hacer" de cada día. El Papa Benedicto XVI nos ha entregado una exhortación apostólica postsinodal llamada "Verbum Domini", fruto del Sínodo de los Obispos sobre la Palabra de Dios. Es un tratado sobre la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia en el que el Papa nos invita a conocer y a estudiar más la Biblia para amarla cada vez más y hacerla vida en lo que somos y en lo que hacemos (cf. VDo 5).
¿De dónde sacar más tiempo para esta tarea? Sé que es la pregunta que se hacen muchos de nuestros católicos cuando ven que cada día los desborda con sus propias historias.
He pensado en una serie de entradas que titularé "Cápsula Bíblica" y que iré enumerando, así se podrán bajar y guardar para ir haciendo un pequeño tratado que, unido a la frase bíblica que aparece cada día en el blog, nos irá acercando cada vez más a la historia de nuestra salvación que, como afirma Benedicto XVI, "no es una mitología, sino una verdadera historia y, por tanto, hay que estudiarla" (VDo 34). En la Palabra escrita nos encontramos con la Palabra que se hizo hombre y puso su morada entre nosotros (cf. Jn 1,14)
La beata mexicana, la Madre María Inés Teresa del Santísimo Sacramento dedicaba gran parte del Domingo a la lectura y a la meditación de la Escritura, así lo había aprendido de su padre, quien en aquellos años en que la revolución mexicana había terminado y se avecinaba una persecución religiosa (el mal no es de nuestros tiempos, ha existido siempre), fortalecía a su familia en la fe y cada domingo, al regresar de Misa, los reunía un buen rato en el estudio, meditación y aplicación de la Sagrada Escritura. Eso dejó a Madre Inés la herencia que la mantuvo siempre alegre y llena de esperanza.
Dice el Santo Padre que "al anunciar con la fuerza del Espíritu Santo la Palabra de Dios, queremos también comunicar la fuente de la verdadera alegría, no de una manera superficial y efímera, sino de aquella que borta del ser conscientes de que sólo el Señor Jesús tiene palabras de vida eterna (cf. Jn 6,68)". (VDo 123).
¿Qué podremos hacer nosotros en estos tiempos? Yo quiero vivir en esta alegría lleno de esperanza y creo firmemente, que todos podemos vivir así. El tomar estas cápsulas en la dosis que el Médico de las almas le dicte a cada uno, nserá de gran ayuda.
Alfredo Delgado
M.C.I.U.