«Le tombeau de Couperin» (La tumba de Couperin) es la pieza que prometí desde la semana pasada y que con mucho gusto comparto con mis queridos 10 seguidores. Maurice Ravel nos deja para esta ocasión —ya otras veces he compartido algo de su música— una suite en seis partes para piano de la que algo pudieron escuchar tal vez la semana pasada. Es una obra compuesta para piano por este excelente compositor francés entre 1914 y 1917, orquestando luego él mismo las primeras cuatro piezas en 1919.
La palabra «Tombeau» (tumba) del título, hace referencia a un homenaje musical utilizado en el siglo XVIII. El compositor rendía de esta forma homenaje a François Couperin y a toda la música barroca francesa de aquel siglo. En gestación desde 1914, la obra fue casi por completo compuesta en 1917 cuando Ravel, enfermo, había sido apartado del frente, durante su participación en la Primera Guerra Mundial. Cada una de las piezas está dedicada a uno de los amigos del músico que murieron en la guerra. El carácter apacible de la obra contrasta con el período tormentoso de su composición.
El preludio fue para Jacques Charlot, primo de Jacques Durand, que había transcrito varias piezas del compositor. El rigodón fue en memoria de Pierre y Pascal Gaudin, amigos de la infancia del compositor. El minué fue para Jean Dreyfus, hijo de la madrina de Ravel. La toccata estuvo dedicada a Joseph de Marliave, esposo de la distinguida señora Margarite Long, pianista que estrenó la obra en 1919. El estreno de la versión orquestal data del 28 de febrero de 1920.
Las piezas que componen la suite quedaron finalmente ordenadas así:
Preludio (en mi menor) a la memoria del teniente Jacques Charlot (quien transcibió Ma Mère l'Oye para piano solo).
Fuga (en mi menor) a la memoria de Jean Cruppi (hijo de la mujer a quien dedicó L'Heure espagnole).
Forlane (en mi menor) a la memoria del teniente Gabriel Deluc (pintor vasco de San Juan de Luz).
Rigodón (en do mayor) a la memoria de Pierre y Pascal Gaudin.
Minué (en sol mayor) a la memoria de Jean Dreyfus.
Toccata (en mi mayor) a la memoria del capitán Joseph de Marliave (musicólogo y esposo de Marguerite Long).
El específico «Couperin» (entre una familia notable de músicos durante cerca de dos siglos) que Ravel intentó evocar, junto con los amigos, probablemente sea François Couperin “el Grande” (1668-1733). Sin embargo, Ravel afirmó que su intención nunca fue imitar o rendir tributo a Couperin mismo, sino más bien rendir homenaje a las sensibilidades de la suite para teclado del Barroco Francés. Esto está reflejado en la estructura que imita una suite de danza barroca. Como ejercicio preparatorio, Ravel transcribió un forlane (una danza folklórica italiana) de la cuarta suite del Concerts royaux de Couperin, y esta pieza invoca estructuralmente el forlane de Ravel. No obstante, el neoclasicismo de Ravel brilla intencionalmente con su melodía cromática y sus armonías picantes del siglo veinte.
Cuando lo criticaron por componer una obra poco seria y en algunos momentos reflexiva más bien que una sombría para tal motivo sombrío, Ravel replicó: “Los muertos están lo suficientemente tristes, en su eterno silencio.”
Las cuatro piezas de la suite para orquesta (Prélude, Fugue, Menuet y Rigaudon) han sido arregladas últimamente, en 2014, por la oboísta Elena González Arias. El1a combina en una, la esencia de ambas versiones de Ravel, el intimo carácter de la versión original para piano y el color del sonido del oboe de su transcripción para orquesta.
Para verla y escucharla con orquestación completa:
La versión original para piano:
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