Lalo es mucho más conocido por ser el compositor de la Sinfonía española para violín y orquesta. Su trabajo para orquesta sinfónica, instrumentos solistas, grupos de cámara, ballet, ópera y música sacra, es sumamente ignorado. Édouard, desde su infancia, mostró una excelente disposición para la música, aunque esta no fue muy bien admitida por su padre, quien lo hubiera querido ver en la carrera militar que él mismo profesaba. No obstante, a los 16 años logró que le enviara a París a cursar estudios musicales. En el conservatorio de la capital francesa tuvo excelentes maestros de violín, instrumento del que llegó a ser un gran virtuoso. En 1848, tras haberse ejercitado en la composición, escribió sus primeras obras que no tuvieron una acogida muy favorable. En vista de ello formó en 1855 con Armingaud, Mas y Jacquard el famoso «Cuarteto Armingaud» dedicado a la música alemana —en especial a la de Beethoven— y en él destacó y adquirió nombre como intérprete. Hacia 1865 retornó a la composición con mayor madurez que antes y ya no abandonó esta actividad hasta su muerte, en París, el 22 de abril de 1892.
Fuera de la Sinfonía española para violín y orquesta — su obra más conocida y de la que hablaré en otra ocasión—, la obra que logró sobrevivir mejor fue este «Concierto para violonchelo y orquesta en re menor» que acabo de escuchar hace poco una vez más y quiero ahora compartir.
Durante muchos años Édouard trabajó en la oascuridad dando clases de violín y componiendo algunas obras. Sus primeras obras ya conocidas y divulgadas son interpretadas después de que ha cumplido los 43 años de edad. Este concierto logró una gran aceptación desde su estreno, consolidando a Édouard Lalo como uno de los más grandes compositores de la época y otorgándole un estilo propio marcado por su ascendencia española y su preferencia por las músicas populares. Aunque Lalo nunca estuvo en España, eso no le impidió mantener una gran amistad con el violinista navarro Pablo Sarasat y dejar una cierta «huella española» en sus composiciones.
Lalo tenía una visión bien definida sobre la relación entre el solista y la orquesta, era un compositor rmuy reflexivo, y aunque este concierto a veces se vuelve un poco trivial, no está exento de encantos. Pese a su nacionalidad francesa, Lalo deja ver a lo largo del concierto esa «huella española» a través de la introducción sutil del idioma musical español. El allegro maestoso está precedido por una introducción lenta en que el violonchelista reflexiona sobre el estilo recitativo del movimiento que viene. El cuerpo del movimiento está compuesto en base a tres elementos: una melodía firmemente cincelada interpretada por el solista, un tema acompañante descendiente e inquebrantable, y un hermoso y dulcísimo segundo motivo, durante el cual el tema acompañante descendiente adquiere una nueva ternura, sin llegar a disolverse. El segundo movimiento es un intermezzo que alterna el andantino lírico con el enérgico allegro presto. Luego de una breve introducción (que temporalmente se mueve en la tonalidad de si bemol menor y anticipa uno de los motivos siguientes), el último movimiento toma la forma de un sólido rondó.
En esta obra Lalo no escatima en explorar el rico registro del violonchelo, a menudo grave y oscuro, evitando ocultar al solista en la masa orquestal, para lo cual genera texturas suaves en los tutti sobre las cuales el violonchelo es capaz de brillar tanto melódica como dinámicamente.
Fuera de la Sinfonía española para violín y orquesta — su obra más conocida y de la que hablaré en otra ocasión—, la obra que logró sobrevivir mejor fue este «Concierto para violonchelo y orquesta en re menor» que acabo de escuchar hace poco una vez más y quiero ahora compartir.
Durante muchos años Édouard trabajó en la oascuridad dando clases de violín y componiendo algunas obras. Sus primeras obras ya conocidas y divulgadas son interpretadas después de que ha cumplido los 43 años de edad. Este concierto logró una gran aceptación desde su estreno, consolidando a Édouard Lalo como uno de los más grandes compositores de la época y otorgándole un estilo propio marcado por su ascendencia española y su preferencia por las músicas populares. Aunque Lalo nunca estuvo en España, eso no le impidió mantener una gran amistad con el violinista navarro Pablo Sarasat y dejar una cierta «huella española» en sus composiciones.
Lalo tenía una visión bien definida sobre la relación entre el solista y la orquesta, era un compositor rmuy reflexivo, y aunque este concierto a veces se vuelve un poco trivial, no está exento de encantos. Pese a su nacionalidad francesa, Lalo deja ver a lo largo del concierto esa «huella española» a través de la introducción sutil del idioma musical español. El allegro maestoso está precedido por una introducción lenta en que el violonchelista reflexiona sobre el estilo recitativo del movimiento que viene. El cuerpo del movimiento está compuesto en base a tres elementos: una melodía firmemente cincelada interpretada por el solista, un tema acompañante descendiente e inquebrantable, y un hermoso y dulcísimo segundo motivo, durante el cual el tema acompañante descendiente adquiere una nueva ternura, sin llegar a disolverse. El segundo movimiento es un intermezzo que alterna el andantino lírico con el enérgico allegro presto. Luego de una breve introducción (que temporalmente se mueve en la tonalidad de si bemol menor y anticipa uno de los motivos siguientes), el último movimiento toma la forma de un sólido rondó.
En esta obra Lalo no escatima en explorar el rico registro del violonchelo, a menudo grave y oscuro, evitando ocultar al solista en la masa orquestal, para lo cual genera texturas suaves en los tutti sobre las cuales el violonchelo es capaz de brillar tanto melódica como dinámicamente.
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