
Esta composición es una de las pocas sonatas a las que Beethoven le dio un nombre: «La tempestad». La compuso porque en el verano de ese año y siguiendo la recomendación de un médico que le aconsejó «ahorrar» en oído pues se estaba quedando sordo, Beethoven decidió tomar unos meses de descanso en una tranquila localidad cercana a Viena, Heiligenstadt, un lugar célebre por la belleza y majestuosa calma de sus parajes. Allí escribirá una larga carta a sus dos hermanos que no enviará nunca y en la que confiesa con gran dramatismo el mal que lo aqueja, y dispone algunas medidas para cuando ya no esté en este mundo. De ahí que la carta sea conocida como el Testamento de Heiligenstadt, aunque Beethoven va a vivir todavía 25 años más.
Con sólo 32 años, Beethoven compone esta sonata de una singular belleza. Él va a vivir hasta los 57 años, edad a la que llegará completamente sordo, lo que no habrá sido obstáculo para componer, entre otras bagatelas, la novena sinfonía, amén de las restantes quince sonatas para piano y el resto de toda su música.
La sonata está estructurada a la manera clásica en tres movimientos: 1. Largo-Allegro, 2. Adagio y 3. Allegretto.
Es música que vale la pena escuchar.
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