Ha llegado a mis manos un libro recién publicado que rápidamente captó mi atención por el título: «EL PROZAC DE SÉNECA». Me gusta la filosofía y recuerdo cuando estudié, siendo seminarista, a Lucio Anneo Séneca.
El libro me recordó que en Séneca hay una gran cantidad de enseñanzas que invitan al hombre a utilizar el juicio, la razón y la voluntad para saber vivir y Clay Newman, el autor de libro, de entrada dice que los hombres se desvían buscando la felicidad en el poseer, en el saber, en el poder, en el placer y cosechando dolor e infelicidad.
Los cristianos sabemos que San Agustín también buscó la felicidad por diversos caminos. Aplicó su formidable inteligencia a indagar sobre ella y llegó a la conclusión de que la vida feliz consiste en gozar de la Verdad (con mayúscula) Aunque todos confiesen preferir la verdad a la mentira, no buscan la verdad absoluta que sirva de fundamento a todas las demás.
Antes y ahora, los hombres y mujeres de todo tiempo y lugar solemos aceptar las verdades que nos benefician y se nos acomodan y rechazamos las que pueden imponernos deberes o cuestionar nuestra conducta.
El relativismo que nos rodea proclama, en esta época que nos ha tocado vivir, que todas las verdades son equivalentes e invocando la tolerancia, nos disuade buscar la verdad absoluta sobre la que edificar nuestra vida. Naturalmente, cada día somos menos felices y hemos llegado hasta confundir la felicidad con el estado de bienestar, cada día más deteriorado. Nunca antes habíamos sido tan ricos materialmente y tan pobres espiritualmente. Una prueba de ello es el creciente consumo de fármacos como el Prozac o el Tranquimazín, que se han convertido en inseparables compañeros de viaje para millones de personas. Incluso hay quien siente angustia ante la idea de no tenerlos a mano, sin darse cuenta de que, en lugar de erradicar el sufrimiento, se conforman con aliviar los síntomas.
Newman invita, con este libro, a reconocer el esfuerzo de Séneca y los estoicos para encontrar la felicidad en la virtud y no en los placeres y enfrentarse a la muerte con entereza. Cosa que, aunque el autor no menciona, es la base para que San Agustín vaya más allá y se interrogue a sí mismo sobre esa búsqueda de la felicidad, para concluir que todos somos criaturas de Alguien que nos hizo para Sí. Por eso exclama ¡nos hiciste para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que no descanse en Ti! Descansar en Dios es la bienaventuranza eterna. La muerte no es el final de nada.
En este libro Clay pone de manifiesto la teoría estoica sobre el buen vivir y la reactualiza con ejemplos del día a día del siglo XXI. El autor comienza con una declaración de intenciones y con una nota biográfica dura que relata cómo llegó a descubrir a los estoicos y a Séneca y asevera, como así hacían las tribus de las estepas americanas,“que la religión es para los que temen el infierno y la espiritualidad, para los que ya han estado en él”, en clara alusión a la noche oscura de los místicos cristianos.
«EL PROZAC DE SÉNECA» habla de las virtudes de los estoicos y especialmente de Séneca, que se centran en desarrollar la honestidad, la humildad, la consciencia, el silencio, la compasión, el desapego, la confianza, la obediencia y la aceptación. Este texto nos pone de manifiesto que no hay que buscar en tradiciones milenarias y exóticas, las grandes soluciones a los enigmas de nuestras vidas, sino que solo necesitamos repasar con atención y detenimiento nuestra tradición, para encontrarnos soluciones y claves que nos harán más libres y por ello más felices.
Clay Newman,
"El prozac de Séneca",
Ed. De bolsillo,
México 2015,
147 páginas.
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