domingo, 5 de marzo de 2017

Cápsula Bíblica 2205

A diferencia de sus pueblos vecinos, Israel no tenía ni permitía hacer imágenes de su Dios. Y hasta, en defensa de su fe y de su identidad, mostraba a veces cierta agresividad, hasta el punto de interpretar negativamente prácticas de por sí justificables. El Antiguo Testamento es muy riguroso con las representaciones de seres animados; ciertamente que eso era por el peligro de convertir la imagen en un ídolo. Pero no se excluían totalmente las imágenes. En el Templo había imágenes de querubines  y otras representaciones (1 R 6, 23-28; 6, 29-35; Ez 41, 18-20). Particularmente es interesante la afirmación de que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza (expresión hebrea para decir imagen semejante). El hombre es imagen de Dios: un rey entre los seres creados, en nombre de Dios y bajo su realeza absoluta y suprema. Sólo así puede hacer alianza con Dios. Pero la imagen no es totalmente fiel: solamente es semejante. Además, quedó muy manchada. Cristo, imagen fiel del Padre, fue quien le devolvió al hombre su cualidad de ser buena imagen de Dios (Rom 8, 29; Col 3, 10).

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