Javier Álvarez, es un compositor mexicano conocido por su obra «METRO CHABACANO» que ya he comentado y que ha sido interpretada y grabada por diversas orquestas del mundo. Acabo de descubrir, entre su obra minimalista, ésta, llamada «TEMAZCAL», una pieza corta de solo alrededor de 8 minutos y medio de duración y de una impresionante sonoridad.
Tal vez se piense que de una pieza tan corta poco se podría decir, pero vale la pena adentarse un poco más en ella, ya que eso sirve para conocer más y aprender a disfrutar de la música clásica (música culta) de nuestros tiempos.
El material instrumental sonoro de la partitura de «Temazcal» se halla configurado por una parte acústica, confiada a las maracas (instrumento idiófono y de oscilación, constituido por una parte esférica hueca sostenida por un mango que la atraviesa, o está adherida a ella. En su interior se le llena con pequeños elementos percusivos, como piedras pequeña o semillas, pedazos de vidrio, pedazos pequeños de metal, arroz etc., los cuales producen sonido al golpearlos contra la pared interna de la esfera) y otra, encomendada a un soporte electrónico, cuyo componente auditivo está integrado usando fundamentalmente el arpa, la guitarra, el pizzicato de contrabajo y los sonidos de los tambores de bambú. Todo este último grupo de instrumentos se encuentran hábilmente grabados y manipulados electrónicamente.
Álvarez puntualiza, para la interpretación de la obra, una serie de pequeños patrones o esquemas rítmicos, confeccionados por células binarias y ternarias, que, a lo largo de la obra, se configurarán en fórmulas más largas y complejas de gran virtuosismo, yuxtaponiéndose con pasajes del soporte electrónico para crear un heterogéneo calidoscopio polirrítmico de gran interés. Son modelos rítmicos peculiares que se aprecian generalmente en la mayoría de la música latinoamericana, prácticamente en la región Caribeña, México, Cuba, América Central y las llanuras de Colombia y Venezuela.
Es la primera vez que veo y escucho la maraca como instrumento solista. Las sociedades tribales, para curar a los enfermos, solían acompañar el tratamiento con sonidos, cantos, danzas y pinceladas instrumentales. La música, según se ha comprobado científicamente, ayuda a aminorar el dolor.
La maraca, en relación no solo con el temazcal (del náhuatl temazcalli, "casa donde se suda", es un baño de vapor empleado en la medicina tradicional y la cotidianidad de los pueblos del centro de México) sino con otros ritos curativos de la antigüedad prehispánica, es algo así como el bisturí en las manos de un cirujano, en ellas centran todo, o casi todo, el poder curativo de sus canciones curativas; por lo que se puede deducir que, el poder curativo reside en la sonaja y sin ella su fuerza desaparece.
Nunca he estado en un temazcal, pero me he documentado un poco para comentar la obra que, de una manera minimalista, describe profundamente todo el rito del baño de temazcal como es hasta ahora, según leí. El principio de esta composición, es abordado por el soporte electrónico que sirve como elemento dinamizador de toda la obra. Luego recurre al pizzicato del contrabajo para evocar, por medio de él, los chasquidos y estallidos que se producen cuando comienza a arder la pira de leña que servirá para calentar las piedras volcánicas que caldearán el habitáculo del temazcal.
En el pizzicato 16, comienza la entrada de las maracas en compás de 3/16, pero con tres combinaciones rítmicas distintas utilizadas aleatoriamente. Incorporándose a continuación los tambores de bambú, cuyos sonidos insinúan el chisporroteo de las piedras dentro del recinto. Las intervención de las maracas desvelan, con sus patrones rítmicos, el agitar de los manojos de hojas del maíz o de las plantas aromáticas, con que se hace bajar el vapor que se acumula en la parte superior de la cámara que, al pasarlas cerca del techo, puede reducir el calor para hacerlo uniforme en todo el temazcal ó dirigirlo hacia ciertas partes del cuerpo. Por medio de este procedimiento, el área afectada del cuerpo, es tratada específicamente dirigiendo más calor hacia ella. Sensación esta que se expresa por medio de los glissandi (transición continua entre dos o más notas que suenan) en el soporte electrónico y que incluso, la mayoría de las veces, utiliza también como elemento puente para cambio de esquemas rítmicos.
Dentro de todos estos efectos sonoros, también se observa que en algunos de estos glissandi además, deben coincidir determinadas figuraciones rítmicas. (Imaginamos en estos encuentros rítmicos puntuales, entre las maracas y la música pregrabada, la utilización de las hierbas para hacer lo que es llamado "hojando", que consiste en los golpecitos leves que los bañistas reciben con las hierbas). En determinados momentos de la composición aparecen unas maracas, dimanantes de la propia grabación, que se hacen oír por los cuatro monitores de sonido, según un orden previamente establecido por el autor y con patrones de ritmo diferentes.
Todo este ambiente que se va creando en el transcurso de la obra, conduce a un fragmento escrito en 4/4 (dos compases) y 3/4 (doce compases), en donde el autor determina que se interpreten pequeños fragmentos de improvisación por parte del intérprete; motivo éste que utiliza como especie de “frase-puente” o “transición”, para retomar de nuevo los distintos modelos expuestos durante toda la obra pero, a partir de este momento, la utilización que hace de la música grabada va a consistir en un espiral progresivo in crescendo, tanto en densidad instrumental como en volumen, hasta llegar a su punto culminante. A partir de este momento traza una “Coda”, consignada al arpa y, sobre lo que parece un tema de carácter netamente folclórico, confiando a las maracas el cometido propio y característico de instrumento gregario. Lo que nos induce a reflexionar, sobre la intencionalidad en la forma de concluir la obra, posiblemente haya sido pensando en tratar de plasmar, tal vez, el mismo ceremonial y esplendor festivo que seguramente emplearon los antepasados como final del rito.
Disfruten de esta música diferente a lo que normalmente estamos acostumbrados a escuchar:
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