Fuego, color, intensidad son cosas que en la obra sinfónica de Bohuslav Martinů (1890 - 1959) se mantienen en un excitante fresco sonoro protagonizado por el impulso vital, esa fuerza interior que permitió al autor continuar, pese a todo, con su particular camino.
En el Segundo Concierto para Violín el compositor se luce no solamente por la parte solista, sino por el excelente trabajo de orquestación que crea un sonido compacto y de colores tenues, lo que permite que los timbres mezclen y la masa sonora se enturbie, especialmente cuando la percusión y, en el caso de la sinfonía, el piano, cobran protagonismo.
El violín, sostenido por una orquesta vibrante y sensible, hace que luzca en todo su esplendor sobretodo en los momentos de mayor tensión y aplica un sugerente vibrato a los episodios más líricos.
Después de escuchar a la Orquesta Sinfónica de Boston la interpretación de la Sinfonía nº 1 en Nueva York, Mischa Elman encargó al compositor la composición de un concierto para violín para él. Martinů le compuso su Segundo Concierto para Violín en 1943. Ese mismo año, Elman tocó la parte solista en el estreno, con Sergei Koussevitzky dirigiendo a la Orquesta Sinfónica de Boston.
La obra es simplemente sensacional:
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