El siguiente capítulo de la intensa búsqueda sinfónica ocurrió también en Viena, en la primavera de 1891, cuando Sibelius da vueltas a la idea de componer una gran sinfonía nacionalista sobre temas folclóricos finlandeses. El resultado será efectivamente una gran sinfonía, pero en la que convergen la sinfonía coral, el oratorio y el poema sinfónico: "Kullervo" opus 7.Siempre estuvo latente en Sibelius la dualidad entre la música programática y la pura. Pero lo cierto es que nunca fueron contradictorias, en especial la segunda frente a la primera, aunque eso le valió que su música fuera muchas veces incomprendida.
En la mayoría de los poemas sinfónicos prima la construcción intramusical antes que el programa, máxime cuando el argumento literario no existe o es mínimo. Esa abstracción que se observa en los poemas sinfónicos incluso llega a su máxima expresión en las sinfonías. Las sinfonías, y en general la obras de Sibelius, nunca fueron bien comprendidas fuera de su patria (Finlandia), excepción hecha de Inglaterra y los Estados Unidos, donde su producción sinfónica forma parte del repertorio habitual de todas las grandes orquestas. Pero el compositor concitó un enorme respeto y admiración entre los músicos y los amantes de la música, más quizá que el merecido por ningún otro compositor de su época.
Sibelius no se "expresa" en su música, aunque está, como es evidente, muy implicado en ella. No cabe duda que fruto de esta búsqueda de lo puramente musical es la absoluta genialidad tanto de sus sinfonías como de sus poemas sinfónicos. El origen remoto de la Primera Sinfonía se sitúa precisamente en esa dialéctica entre la música pura y la programática. En un viaje a Berlín en febrero de 1898 Sibelius había podido escuchar la Symphonie Fantastique de Berlioz. "O santa inspirazione! O santa dea [diosa]!" escribe en su cuaderno de bosquejos. Fascinado con la idea de una sinfonía literaria, en abril de ese mismo año comienza a esbozar un esquema.
La Primera Sinfonía, en Mi menor, Op. 39, de Sibelius, está instrumentada para gran orquesta, con tuba baja, arpa y una sección de percusión que comprende platillos, bombo, triángulo y timbales. La sinfonía se caracteriza por el uso de solos de los instrumentos de cuerda y de madera; el primer movimiento se abre con un largo y a veces confuso solo de clarinete sobre un redoble de timbales. El tema del solo vuelve al principio del cuarto movimiento con un fortísimo de las cuerdas con acompañamiento del viento. Los movimientos siguientes incluyen solos de violín, viola y violoncelo. Además, la sinfonía se caracteriza por incluir secciones en tonalidades mayores que contrastan con la tonalidad menor general de la obra.
La duración oscila entre 35 y 40 minutos. Muchos directores prefieren reducir la velocidad sugerida por las indicaciones de metrónomo del mismo Sibelius, en particular en la sección rápida (allegro energico) del primer movimiento. A causa de esto, la mayor parte de las versiones tiene una duración de entre 38 y 40 minutos (de hecho, los editores de la partitura sugieren la duración de 40 minutos). Cuando se interpreta en un tempo más lento, la obra se percibe como grandiosa i romántica, mientras que tiempos más rápidos le dan un carácter más juvenil.
Se estructura en los cuatro movimientos tradicionales:
Andante, ma non troppo - Allegro energico
Andante (ma non troppo lento)
Scherzo: Allegro
Finale: Andante - Allegro molto - Andante assai - Allegro molto come prima - Andante (ma non troppo)
Con la Oslo Philharmonic Orchestra dirigida por Jukka-Pekka Saraste
Versión dirigida por Leonard Bernstein:
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