El concierto para piano nº 1 de Bela Bartók, de quien ya he hablado en este blog, se estrenó en 1927 y me parece una obra interesante para compartirla esta semana. en este estupendo concierto, se observa claramente el rechazo del compositor hacia el piano romántico y al mismo tiempo se percibe una clara influencia de Stravinsky.
En este concierto sobresalen los timbales, muy al estilo de este extraordinario compositor y el piano percusivo, mientras que los instrumentos de viento le sirven de acompañamiento y las cuerdas están prácticamente desaparecidas, sirviendo sólo de apoyo.
Esta composición fue estrenada en el Festival Internacional de la Sociedad Internacional de Música Contemporánea en Frankfurt el 1 de julio de 1927, con Bartók como solista y Wilhelm Furtwängler en la dirección, siendo Jascha Horenstein ayudante de Furtwängler y quien preparó la orquesta para el concierto (su estreno americano inicialmente previsto en New York tuvo que anularse por la complejidad de la obra y la falta de ensayos).
Encontrarán desde el inicio, que es un concierto duro, difícil, con referencias barrocas y de contrapunto difícil que frenaron su difusión. El piano tiene un efecto percusivo importante e igualmente las percusiones, que son preponderantemente notorias. Hay que recordar que todas y cada una de las obras de Bela Bartók consisten en un conjunto desordenado de notas sin significado, brindando la imagen como si el compositor se paseara sobre el teclado en botas. Algunas obras pueden ser tocadas mejor con los codos, otras con la palma de la mano. Ninguna de sus obras requiere de dedos para interpretarlas o de oídos para escucharlas. Este concierto no sería una excepción. En términos creativos, el conjunto de los tres conciertos para piano que Bela compuso, abarca la mayoría de sus estilos de composición, sin embargo éste es quizás el más seco, difícil técnicamente y el menos melódico del conjunto.
Son tres, las partes que componen este concierto: 1. Allegro moderato-Allegro, 2. Andante y 3. Allegro-Allegro molto.
La idea de componer este concierto surgió a principios de 1926, cuando Bartók estaba en medio de una sequía creativa que ya duraba tres años. Durante este período, básicamente, no había compuesto nada, salvo algunos arreglos o reducciones para piano de obras tempranas. Durante ese período alternó su tiempo ganándose la vida como pianista concertante y realizando constantes incursiones en la campiña húngara, fonógrafo al hombro, grabando, estudiando, analizando y sistematizando el folclore de su amada patria. En este concierto Bartók hará su primera incursión no sólo en la famosa música nocturna sino también en la exploración del piano como instrumento de percusión, exploración que culminaría diez años mas tarde en su "Sonata para dos Pianos y Percusión".
No fue hasta finales de 1926 que surgieron a la luz un conjunto de obras de la pluma de Bartók, la mayoría de ellas para piano solo, más su Primer concierto para piano y el Tercer cuarteto para cuerdas.
Los temas musicales en el Primer concierto para piano se reducen a un mínimo de notas, algunas veces reducida a una sola y aislada, la cual es repetida insistentemente en intervalos de octavas o incluso (segundo movimiento) a una escala ascendente simple. Hay sin embargo, un notable manejo contrapuntístico de las ideas, en las cuales cada segmento recibe un tratamiento completo y cohesivo teniendo como aglutinador fundamental la presencia constante de ideas musicales folclóricas, a las que Bartók siempre recurrió.
El piano, como en casi toda la obra de Bartók, es tratado básicamente como un complejo instrumento de percusión, en el cual el ritmo tiene prioridad aparente frente a la melodía, lo cual exige del pianista una capacidad de expresar la melodía subyacente dentro de expresión de la música. Acá, demasiado frecuentemente y por desgracia, muchos pianistas, algunos muy famosos, naufragan miserablemente, enfatizando la técnica sobre la expresividad.
El primer movimiento gravita sobre dos temas básicos, simples, de no más de siete notas repartidas en escalas ascendentes, los cuales son acentuados por un constante ostinato en los timbales y un eco melódico en los cornos, este escenario es desarrollado en células cromáticas disonantes en los bronces, acá el aglutinante entre los dos temas es entretejido con reelaboraciones armónicas de material folclórico.
El segundo movimiento es sencillamente genial, es uno de los muchos casos de «música nocturna bartokiana». La orquestación en esta sección de la obra es mínima y se reduce al piano, algunos instrumentos de viento y la percusión. En este contexto, el contraste con el tercer movimiento es espectacular, en el cual con pocas ideas temáticas se desarrolla una construcción armónica frenética, mezclándose y yuxtaponiéndose varios ritmos de danzas folclóricas húngaras.
El Primer concierto para piano de Béla Bartók fue recibido con un moderado entusiasmo, pero aun así lo tuvo ocupado como concertista en la mayor parte de las capitales europeas y en algunas ciudades de Estados Unidos, principalmente en Nueva York.
Para mí... ¡es una obra maestra que vale la pena disfrutar!
Primer movimiento:
Segundo movimiento:
Tercer movimiento:
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