domingo, 29 de diciembre de 2013

«Minueto Antiguo»... Una pequeña joya de Maurice Ravel

El compositor francés Maurice Ravel fue un músico conocido y apreciado en vida, sobre todo gracias a su capacidad única para tratar el color instrumental, el timbre. Una cualidad ésta que se aprecia de manera especial en su producción destinada a la orquesta, aunque su música de cámara y la escrita para el piano participa también de estas características. Hoy quiero compartir con ustedes el gusto de escuchar otra más de sus obras, una pieza compuesta especialmente para piano: «Minueto Antiguo», una pequeña joya para deleitar nuestros oídos, una obra curiosa en donde parecen oponerse los recursos contrapuntísticos de su escuela y varios atrevimientos que vale la pena escuchar.

Nacido en el País Vasco francés el 7 de marzo de 1875, Maurice heredó de su padre, ingeniero suizo, su afición por los artilugios mecánicos –cuyos ecos no son difíciles de encontrar en su música– y de su madre, de origen vasco, su atracción por España, fuente de inspiración de muchas de sus obras. Aunque inició sus estudios musicales a una edad relativamente tardía, cuando contaba siete años, siete más tarde, en 1889, fue admitido en el Conservatorio de París, donde recibió las enseñanzas, entre otros, de Gabriel Fauré.

El «Minueto Antiguo» es la primera obra para piano de Ravel, fue compuesta en Noviembre de 1895. El estreno tuvo lugar en privado hasta enero de 1898 y la primera audición pública fue el 18 de Abril del mismo año en la sala Erard de París, ambas interpretadas por el pianista español Ricardo Viñes a quien está dedicada la obra.

Ravel tuvo una vida muy pródiga en cuanto a la música, y como dije al principio, fue admirado por muchos y muy valorado. En el año de 1933 se le manifestó una enfermedad cerebral que avanzó rápidamente; grandes lagunas en su memoria; incapacidad para coordinar sus ideas y para realizar sus movimientos. Llevó a cabo diferentes viajes para probar todas las posibles soluciones, pero el mal no cedió. El 29 de marzo de 1937, en un concierto de la Sala Pleyel se le oye decir: "Ahora todo ha concluido para mí". Después de una operación murió el 28 de diciembre de ese año.

Los dejo con esta obra en la que, como en sus demás composiciones, Ravel es refinamiento, elegancia y al mismo tiempo, por qué no decirlo, ternura.

En piano, con Ariel Lanyi:


Versión para orquesta:

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