domingo, 6 de noviembre de 2016

«CONCIERTO PARA CLARINETE Y CUERDAS»... Una obra única de Aaron Copland

En 1946, Aaron Copland (Brooklyn, Nueva York, 14 de noviembre de 1900 - Peekskill, Nueva York, 2 de diciembre de 1990) compuso el concierto para clarinete y orquesta de cuerdas con arpa y piano y lo dedicó a Benny Goodman. La obra dura dura más o menos dieciséis y medio minutos y se estrenó el 6 de noviembre de 1950 con Fritz Reiner dirigiendo la Orquesta Sinfónica de los estudios de NBC.

El clarinetista Benjamin David Goodman (Chicago, 30 de mayo de 1909 – Nueva York, 13 de junio de 1986). Conocido como «Benny Goodman, el rey del swing», es, junto con Glenn Miller y Count Basie, el representante más popular de este estilo jazzístico e iniciador de la llamada era del swing.

Si Goodman no le hubiese encargado este concierto a Copland, él nunca hubiera compuesto ningún concierto para clarinete, aunque ciertamente era su admirador, ya que él mismo decía: «¡No puedo soplar una sola nota en ese instrumento!» De todas formas, la obra, que es sensacional, es uno de los intentos de Copland de acercar el jazz a la música sinfónica, un recurso que ya había intentado dos décadas antes con otras obras, sufriendo por ello el rechazo de crítica y público.

Podemos decir que esta semana escucharemos un concierto «fresco», con una soltura muy a lo Copland, con la novedad de escuchar el clarinete mucho más que en sus demás obras. Con un acompañamiento de cuerdas, harpa y piano, este concierto de Copland comienza con un tiempo lento, melancólico, casi romántico, de una belleza insultante que casi pide a gritos ser interpretado como pieza aislada. La estructura de la obra, en su totalidad, es relativamente sencilla: al movimiento lento del que hablaba antes, le sigue una cadencia para clarinete solo, que dará pie al segundo tiempo, donde ya aparecen algunos elementos de jazz, en donde Copland resuelve, con acierto, el enigma de hacer sonar como percusión lo que es una orquesta de cuerda.

La cadencia que une los movimientos, le da al solista la oportunidad de demostrar sus virtudes, mientras introduce al mismo tiempo los fragmentos del material melódico que serán oídos en ese segundo movimiento —libre dentro de lo razonable— que a fin de cuentas, ésta y el movimiento siguiente están en idioma de jazz.

Parte del material del segundo movimiento representa una fusión inconsciente de elementos obviamente relacionados a la música popular de los Estados Unidos y Sudamérica: ritmos de Charleston, boogie-woogie, y los aires brasileños populares. El Concierto para Clarinete y cuerdas termina con una coda bastante elaborada en do mayor que concluye con un glisando o «smear» en la jerga jazzística.

¡Disfruten una obra un tanto diferente de Aaron Copland!:

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