De una etimología un poco oscura, Janitzio (En Purépecha), puede significar «maíz seco», o «flor de elote», o también «lugar donde llueve». Sea cual fuere el significado de su nombre, Janitzio es la mayor de las cinco islas que marcan con sus perfiles la superficie del lago de Pátzcuaro en el bello estado de Michoacán en México.
Al inicio de la década de los 1930s, Silvestre Revueltas (Santiago Papasquiaro, 31 de diciembre de 1899 - Ciudad de México, 5 de octubre de 1940), uno de los más célebres compositores mexicanos, visitó la isla de Janitzio y entre el aroma de las flores de cempasúchil y las tranquilas aguas del lago, concibió el poema sinfónico que esta semana les invito a escuchar y lleva por título el nombre de «JANITZIO». Esta obra guarda un lugar de cierta importancia en la producción de Revueltas por un detalle que ha sido señalado por la historia de la música. Si bien la obra de Revueltas tiene un inconfundible sabor mexicano, es bien sabido que el compositor no empleaba melodías, armonías o ritmos folklóricos, sino que creaba todo su material sonoro a través de su poderosa imaginación. «JANITZIO» es la única excepción a esta regla en la música de concierto de Revueltas, en el entendido de que hay algunas citas específicas en sus partituras cinematográficas. Parece ser que en su viaje a Janitzio el compositor anotó algunos sones michoacanos que después incorporó a la partitura de su poema sinfónico.
Revueltas compuso «JANITZIO» en el año de 1933 y revisó la partitura en 1936. Respecto al estreno de la obra, puede decirse que se dio en circunstancias anecdóticamente interesantes. «JANITZIO» fue ejecutada por primera vez el 8 de diciembre de 1933 en el Teatro Hidalgo con la Orquesta Sinfónica de México dirigida por el propio Revueltas, quien por entonces era subdirector del conjunto cuyo titular era el también famoso Carlos Chávez.
La obra se inicia de un modo brillante con el tema principal orquestado como un rústico vals de banda popular que parece estar un poco desafinado, como sucede con muchas orquestas de pueblo. Casi de inmediato, abandona la marca insistente del compás de ¾ pero sin disminuir el impulso rítmico de la obra. Los violines reafirman el tema inicial y los alientos parecen arrebatar la parte medular del discurso musical. Hacia el fin de la primera sección, el clarinete y el corno retoman el tema inicial para dar paso a la sección lenta. En ella, las maderas llevan el papel principal y son seguidas por una cantilena melancólica en la trompeta. Las cuerdas preludian la tercera sección, otra vez rápida, que se inicia con la percusión y una llamada de trompeta. La orquesta completa repite el tema principal, que es objeto de un breve desarrollo, y que vuelve a repetirse por última vez poco antes del fin de la obra.
Escuchen esta excelente obra, expresión fiel del nacionalismo mexicano:
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