Antón García Abril (Teruel, España, 19 de mayo de 1933) es uno de los compositores españoles contemporáneos más escuchados y muy reconocido por su música para cine. Es Premio Nacional de Música de España y en 2006 recibió el VII Premio Iberoamericano de la Música Tomás Luis de Victoria, considerado el equivalente al Cervantes de la música clásica. En el 2014 recibió el premio FIMUCITÉ del Festival Internacional de Música de Cine de Tenerife, que, además, desde dicha edición lleva su nombre. En dicho festival (FIMUCITÉ 8) dedicaron parte de una jornada a su música. En octubre de ese mismo año recibió la medalla de oro de la academia de cine en reconocimiento a su obra y además el Premio Especial a una Trayectoria en los XV Premios de la Música Aragonesa, ya que él compuso el himno de Aragón por encargo de las Cortes de Aragón, y que es actualmente el himno oficial de Aragón desde 1989. También en el año 2014, García Abril recibió la Medalla de Oro de la Academia de Cine español por su contribución a las bandas sonoras.
Su obra concertística, de carácter eminentemente sinfónico, pretende continuar la tradición nacionalista española con los adelantos vanguardistas del momento. García Abril se precia por tener una de las producciones más prolíficas y variadas de entre todos los compositores españoles contemporáneos. Para él la mejor manera de ser universal y llegar artísticamente al mundo entero, como hicieran los compositores que más le influyeran, principalmente Béla Bartók, Maurice Ravel, Claude Debussy y Sergéi Rachmaninoff, consiste en ser originalmente local, auténticamente español.
Hoy quiero compartir con ustedes su «CONCIERTO DE LAS TIERRAS ALTAS», una obra compuesta para violonchelo y orquesta, por encargo del Otoño Soriano. García Abril, en el año 2000 entregó esta extensa, bien trabajada y sentida composición, tan fiel al poeta evocado como al mismo estilo del músico que objetiva sus versos en sonidos. Tres motivos poéticos funcionan cual secretos personajes del «CONCIERTO DE LAS TIERRAS ALTAS»: la contemplación del paisaje amado, la «curva de ballesta que traza el río Duero» en torno a Soria y la nostalgia del joven amor perdido, Leonor. A partir de ahí, de estas emociones hondamente sentidas, García Abril desenvuelve su melodismo, hace cantar al violonchelo con apasionada mesura y sume a la orquesta toda en una doble escucha de sus ideales y de la voz solista, para ensalzarlos. Ciertamente la voz no es humana, pero lo parece cuando el violonchelo suena y se rodea de equilibrio instrumental en un proceso armonioso, lírico, vivo y popular.
Disfruten este concierto:
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