domingo, 7 de abril de 2013

EN TI VIVIMOS, SEÑOR... Un libro sobre la dimensión contemplativa de las bienaventuranzas

Los cristianos católicos estamos celebrando el segundo domingo de Pascua y en él la fiesta de «La Divina Misericordia», que fue instituida por el beato Juan Pablo II y tiene como fin principal hacer llegar a los corazones de cada persona el siguiente mensaje: «Dios es Misericordioso y nos ama a todos ... "y cuanto más grande es el pecador, tanto más grande es el derecho que tiene a Mi misericordia"» (Diario de santa Fasutina, 723. Como parte de las revelaciones de Jesús a la Santa Faustina sobre la Divina Misericordia, Jesús le pidió en diversas ocasiones que se dedicara una fiesta en honor a la Divina Misericordia y que esta fiesta fuera celebrada el domingo después de la Pascua.).


Esta semana quiero recomendar la lectura del libro «En ti vivimos, Señor», un libro de Manuel J. Fernández Márquez, S.J., que es Licenciado en Filosofía y Teología por la Universidad Pontificia de Comillas en Madrid. Por más de 25 años ha combinado su labor en la enseñanza con la pastoral y desde hace  más de 10 año se dedica, en exclusiva, a acompañar a las numerosas personas que acuden a los Ejercicios Espirituales que dirige, a sus cursos de "Vida y contemplación" y a los Grupos nacidos a la sombra de dichos cursos. También es autor de varios libros y de estuches de audio para la oración y la meditación.

Las bienaventuranzas están en el centro de la predicación de Jesús. Con ellas Jesús recoge las promesas hechas al pueblo elegido desde Abraham; pero las perfecciona ordenándolas no sólo a la posesión de una tierra, sino al Reino de los cielos. Las bienaventuranzas dibujan el rostro misericordioso de Dios y describen su amor llevado hasta el extremo; expresan la vocación de los fieles asociados a la gloria de su Pasión y de su Resurrección; iluminan las acciones y las actitudes características de la vida cristiana; son promesas paradójicas que sostienen la esperanza en las tribulaciones; anuncian a los discípulos las bendiciones y las recompensas ya incoadas; quedan inauguradas en la vida de la Virgen María y de todos los santos.
 
La bienaventuranza de los misericordiosos es una exigencia moral. El Reino de los cielos es la recompensa prometida a aquellos que practicasen en su vida las exigencias de la misericordia. La gran novedad de estas bienaventuranzas de Jesucristo, está en prometer su ingreso —en la fase que sea— a los que practiquen la misericordia con todos los hombres, sin excluir a nadie, ni por su condición social, económica, ni por raza o pueblo de origen.


Manuel J. Fernández Márquez, S.J.
"En ti vivimos, Señor",
Ed. San Pablo,
Madrid 2004,
248 páginas.

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