domingo, 4 de diciembre de 2016

«Canción de la Noche»... La Sinfonía n.º 7 en mi menor de Gustav Mahler

Muchos de ustedes saben que, considerado un filósofo de la sinfonía y un místico, mi compositor favorito es Gustav Mahler, a quien admiro sobremanera porque la música era para él algo divino, de valor intasable, algo que a toda costa debía crearse, no ya para satisfacer a los hombres sino para Dios mismo. Un año antes de morir, en diciembre de 1910, —recuerda su mujer— Mahler daba vueltas y más vueltas a este pensamiento, que conmovía: «Toda creación se adorna continuamente para Dios. Por lo tanto, todo el mundo tiene sólo un deber: ser en todo aspecto lo más hermoso posible a los ojos de Dios y del hombre. La fealdad es un insulto a Dios». Lo religioso transía, pues, la vida musical mahleriana. Mahler ha dejado en la historia de la música contemporánea un hondo testimonio espiritual, él amplifica un anhelo vehemente del corazón del hombre contemporáneo, del hombre que añora oscuramente a Dios. El hombre que camina en la noche y que espera algún día encontrar la luz definitiva en Dios.

Entre sus sinfonías, Mahler tiene una, la menos conocida y la menos tocada, La Sinfonía n.º 7 en mi menor de Gustav Mahler, llamada «Canción de la Noche». Una pieza musical que nos invita a ver a Mahler y a sentirlo como el inquieto buscador de Dios, el hombre purificado por el sufrimiento, un hombre enamorado de la bondad; un creyente que vive «a su modo» la piedad cristiana y que amaba la fe «con un amor totalmente suyo». Por eso, «nunca podía pasar por una iglesia sin entrar en ella; amaba el olor del incienso y los cantos gregorianos.

La Sinfonía n.º 7 en mi menor de Gustav Mahler, llamada «Canción de la Noche», es la séptima sinfonía que compuso este maravilloso compositor católico, entre 1904 y 1905 y cuya composición empieza mientras estaba aún componiendo la sexta. Era la primera vez en que trabajaba simultáneamente sobre dos obras y fue hasta un año más tarde que encontró la inspiración para terminarla. Los tres movimientos que le faltaban, los escribió solamente en cuatro semanas. 

Esta «Canción de la Noche» constituye el punto más avanzado del modernismo de Mahler. Se trata de la sinfonía del compositor que más tardó en ser grabada profesionalmente y es, hasta la fecha, la menos popular. La impopularidad que arrastra esta Séptima Sinfonía se hace evidente al constatar que el primer registro fonográfico data de 1950 (Hermann Scherchen, Wiener Symphoniker), tratándose de tomas radiofónicas pertenecientes a un concierto. Habrá que esperar hasta 1953 para que llegue la primera grabación de estudio, también de Scherchen. Como un termómetro del interés que despierta hoy esta obra, es interesante señalar que, según la discografía integral de Vincent Mouret, son 73 las grabaciones completas de la Séptima al día de hoy, y que de ellas más de la mitad (50) se grabaron a partir de 1980.

A la noche, como símbolo, en la doctrina tradicional, se le ha dado el mismo sentido que a la muerte, la oscuridad, lo negro. Pero también tiene un sentido de estado previo, de preparación, de simiente que antecede lo que aún no es día. Y, desde antes de Freud, se la relaciona con el inconsciente, lo oculto. La Séptima de Mahler «Canción de la Noche», viaja de la noche hacia el día, de la niebla a la luz, de Tristan a Meistersinger, con sobresaltos, intermitencias y paradojas, de las cuartas verticales, las disonancias bruscas y lo irregular a lo reglamentario, a una luz que para ser futuro es más antigua que la noche romántica, a una risa excéntrica, o lúcida, risa al fin y al cabo.   

La Séptima de Mahler consta de cinco movimientos:

1. Langsam. Nicht Schleppend.-Allegro Risoluto, ma non troppo.
2. Nachmusik. Allegro moderato-Molto moderato.
3. Scherzo. Schatenchaft. Fliessender aber nicht schnell.- Trio.
4. Nachmusik. Andante amoroso. Aufschwung.
5. Rondo-Finale. Allegro Ordinario.-Allegro moderato ma energico.

Esta obra se encuentra, quizás de forma más evidente que el resto de las sinfonías mahlerianas, entre dos tormentas, el final de una época, y de una música, y el comienzo de otra época, y de otra nueva música. Aún hoy, unos la atan al romanticismo, por la forma y el espíritu, y otros, precisamente por esa misma forma y espíritu, entendidos al revés, la proyectan hacia delante. 

El estreno de esta pieza se llevó a cabo en Praga el 19 de septiembre de 1908, bajo la batuta del mismo compositor. Ya el Mahler que llega a este estreno es un artista consagrado y reconocido, tanto como director como compositor, y con seguidores y detractores casi en igual número. De igual modo es un hombre cansado, avejentado, con tormentos espirituales vividos y aún por vivir, resintiéndose de los primeros síntomas de una enfermedad que lo llevaría finalmente a la muerte, apenas tres años después.

Disfruten a Mahler... ¡tanto como yo!

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