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jueves, 4 de octubre de 2018
Cápsula Bíblica 2768
Desde la alborada de la historia humana se hacían ofrendas sobre una mesa levantada de piedra o montículo de tierra (Gn 4,3). Al principio, los altares de Israel debían hacerse de tierra, o sea, de un material hecho directamente por la mano de Dios. En el Sinaí, Dios ordenó que los israelitas tallasen altares de maderas y metales finos. Esto era para enseñarles que el verdadero culto requiere lo mejor y que debía de estar estrictamente de acuerdo con las ordenanzas divinas. Dios, y no los seres humanos, origina y controla el culto. El altar que se encontraba delante del Lugar Santo (Éx 27,1-8) y el altar de incienso dentro del mismo (Éx 30,1-10) tenían «cuernos». Estos cumplían funciones vitales en algunas ofrendas (Lv 4,30;16,18). Por ejemplo, el animal sacrificial se ataba a estos cuernos de modo que se desangrara completamente (Sal 118,27).
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