Bien puedo decir que este libro es al mismo tiempo una novela y un pequeño tratado de problemas y curiosidades matemáticas. El propio autor reconoció que uno de sus objetivos al escribirlo, fue el de contribuir con algo que hiciera las matemáticas más accesibles, presentándolas para ello, no ya de forma abstracta, o en contextos meramente simbólicos, sino integradas a los acontecimientos y atravesadas por muchos y diversos aspectos, como cuestiones morales y de historia unidas, en algunos momentos a la ficción y con la particularidad de que el narrador toma parte en la historia que el mismo narra, pero sin ser por eso el personaje principal.
«El hombre que calculaba» (en portugués, “O homem que calculava”) une de manera simpática matemáticas con ficción e historia con la particularidad de que el narrador toma parte en la historia que el mismo narra, pero no es el personaje principal. A lo largo de la narración se muestra con frecuencia la devoción de los personajes a la religión musulmana. Sin embargo, las reflexiones místicas son expuestas como elemento discursivo dentro de la construcción de los personajes y del mundo árabe que se recrea en esta ficción.
Hank Tade-Mai es un viajero que retorna en su camello a Bagdad, luego de una excursión a la ciudad de Samarra. En su camino, encuentra a un hombre modestamente vestido, sentado en una piedra y exclamando en voz alta números gigantescos. El hombre que calculaba dice llamarse Beremiz Samir y cuenta que nació en Persia, donde trabajando como pastor y comenzó a contar ovejas para no extraviar ninguna, siendo que, a partir de entonces tomó el gusto por contar y calcular acerca de todo lo que encontraba a su paso, ayudando, en su camino, a resolver conflictos y problemas de una singular manera, aplicando para ello, las matemáticas.
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