A principios de 1851, el teatro de La Fenice de Venecia invitó a Giuseppe Fortunino Francesco Verdi (La Roncole, Busseto, 10 de octubre de 1813 – Milán, 27 de enero de 1901) a componer una ópera para ser estrenada allí en una época en que ya era un compositor bien conocido con un grado de libertad a la hora de elegir las obras que prefería musicalizar. Verdi pronto dio con el drama francés Le Roi s’amuse (El rey se divierte), del escritor Víctor Hugo. Era un tema muy controvertido y el propio Hugo había tenido problemas con la censura en Francia, que había prohibido producciones de esta obra después de su primera representación casi veinte años antes (y continuaría prohibida durante otros treinta años). La obra de Hugo representaba a un rey (Francisco I de Francia) como un seductor cínico e inmoral, algo que resultaba inaceptable en la Europa de la Restauración posterior a las guerras napoleónicas.
Desde el principio, Verdi era consciente del riesgo. A comienzos del verano de 1850, empezaron a difundirse rumores de que la censura austriaca iba a prohibir la producción. Consideraban la obra de Hugo en el límite de la lesa majestad, y nunca permitirían que una obra tan escandalosa se representara en Venecia. Tres meses antes del estreno llegó de nuevo la censura que vetó el libreto. Todo se solucionó trasladando la acción de la Corte de Francia a un ducado de Francia o Italia; y cambiando los nombres de los protagonistas inventados por Víctor Hugo. En la versión italiana el duque gobierna Mantua y pertenece a la familia Gonzaga: los Gonzaga se habían extinguido hacía tiempo a mediados del siglo XIX, y el Ducado de Mantua ya no existía, de manera que no se podía ofender a nadie. La escena en la que el soberano se retira a la habitación de Gilda se eliminaría. La visita del duque a la taberna no sería dictada por bajos propósitos, sino provocada por un truco. El jorobado (originalmente, Triboulet) pasó a ser llamado Rigoletto (del francés rigolo = divertido).
Verdi aceptó estos condicionantes y el contrato se firmó. Las firmas fueron tres: Verdi, Piave y Guglielmo Brenna, secretario de La Fenice. Así fue como nació la ópera Rigoletto que hoy se conoce. Verdi se propuso en esta obra conciliar la estructura tradicional del melodrama con la complejidad del protagonista, Rigoletto, y eso no lo pudo cambiar la censura con sus condiciones. El bufón Rigoletto es un personaje verdiano, que se mueve entre el afecto por su hija y el odio por el Duque y los cortesanos. Es exactamente lo que Verdi quería realizar.
Está considerada por muchos una de las primeras obras maestras operísticas de mediados de la carrera de Verdi. La ópera se estrenó en el Teatro de la Fenice en 1851 obteniendo gran éxito popular desde el estreno. Les comparto ahora la explicación de la misma:
Acto I
Tras un preludio de gran intensidad dramática se alza el telón con la vista puesta en una fiesta que realiza el duque de Mantua en el que se encuentra todos los nobles de la zona. Por una de las puertas se observa la llegada del duque y Borsa que conversan amigablemente. En este punto surge una de las melodías más brillantes de la ópera que es entonada por el duque: la balada "Questa o quella", un canto al amor libertino que firmaría hasta el mismísimo Don Giovanni. Tras un breve cortejo del duque a la condesa de Ceprano hace aparición el protagonista, Rigoletto, el bufón jorobado de la corte, todo ello dentro de un ambiente festivo. Como era de esperar, el bufón es objeto de las burlas de algunos de los cortesanos como Marullo que se ríe de que Rigoletto pueda tener una amante("gran nuova, gran nuova"). Tras el cortejo frustrado, aparece el duque molesto con el propio conde de Ceprano a lo que Rigoletto trata de ridiculizar a éste último tratando de enumerar los posibles castigos que le podría hacer. Esta actitud del bufón provoca que los cortesanos se unan contra él mientras que el duque le advierte del peligro que puede sufrir de persistir en esa actitud. Llega Monterone con el objetivo de alterar los ánimos , Rigoletto trata de ridiculizarlo pero lo que consigue a cambio es una maldición para él y para el duque. Mientras que el bufón se siente maldecido ("che sento!, Horrore!") los guardias del duque arrestan a Monterone y el resto de invitados lo increpa.
Con el recuerdo de esa maldición, marcha el bufón de vuelta a su casa cuando se encuentra con un sicario llamado Sparafucile. Este dúo, que será el primero de los tres consecutivos, tiene la relevancia de que tendrá significado especial en el tercer acto. Cuando se despiden, se queda Rigoletto pensando en su parecido con el sicario ("Pari siamo!...Io, la ligua egli ha el pugnale!."..¡Iguales somos!, Yo tengo la lengua, él el puñal). Es un fragmento de gran valía puesto que vemos, por primera vez, al Rigoletto como ser humano que sufre ...y la demostración es como le sigue mortificando el tema de la maldición.
Una vez llegado a casa le recibe su hija Gilda con lo que podemos disfrutar de uno de los mejores dúos compuesto por el maestro de Bussetto. Con una primera parte de gran vivacidad, una segunda más sentimental donde el bufón explica quién es la madre de ella, una pobre mujer que murió y que alcanza unos momentos de emotividad difíciles de no ser sentidos por el oyente ("Deh, non parlarte al misero del suo perduto bene..." Ah, no habléis al infeliz de su perdido bien), y una última parte donde también interviene Giovanna, una ama de llaves, de gran nivel musical. Con la mente aún puesta en la maldición, el bufón, pide al ama que trate de cuidar a su hija para que nadie ni nada pueda dañarla. Tras la despedida, ambas mujeres se quedan hablando y Gilda le comenta sobre cierto joven que le siguió a la iglesia. Cuando comenta que le daría igual que fuese pobre o rico, surge el duque que ha oído la conversación e inician el último dúo lleno de romanticismo cuya cumbre es, sin duda, el fragmento "È il sol dell'anima, la vita è amore..." (El amor es la vida y luz del alma). Se da a conocer como Gualtier Maldé ya que ella desconoce como se llama; en ese momento aparece Giovanna advirtiendo de unos rumores de pasos...antes de partir se despiden("Addio,speranza ed anima sol tu sarai per me" ...Adiós,adiós, tu sólo serás mi esperanza y mi vida).
Ella se queda sola recordando el nombre de su amado en una aría, que no dejará impasible al oyente por su belleza y sentimiento ("Caro nome che il mio cor"...Querido nombre que mi corazón..."), mientras se oye la presencia de Ceprano, Marullo, Borsa y demás cortesanos que van a raptarla ya que es la amante de Rigoletto (Marullo y compañía aún creen que es la amante de Rigoletto, error que se mantienen hasta casi el final del segundo acto). Sin embargo, se quedan de piedra cuando llega Rigoletto. Para evitar que sospeche, le comentan que van a secuestrar a la condesa de Ceprano y se une a ellos aunque ellos le imponen que debe enmascararse a lo que acepta gustoso. Una vez con la máscara y una venda puesta lo llevan hasta su propia casa y secuestran a su hija mientras que él sostiene la escalera...sólo al final se da cuenta de que ha sido objeto de burla mientras que oye un lejano grito de socorro. Con el recuerdo puesto en la maldición no puede más que exclamar un angustioso "Ah, la maledizione!"
Acto II
Tras haber vuelto para ver a Gilda y encontrarse la puerta abierta y la casa vacía, llega el Duque a su palacio lleno de ira hacia los raptores y de sentir hacia la adorada que él la imaginaba con lágrimas ("Ella mi fu rapita...Parmi veder le lagrime..." Me la han raptado...Me pareció ver brotar las lágrimas). En este momento llegan los cortesanos comentando que habían raptado la amante de Rigoletto y, mientras escuchaba la narración del rapto, va confirmándose en su corazón que esa raptada era Gilda y siente una alegría en su interior ("Possente amor mi chiama"... Un poderoso amor me llama, una bonita cabaletta que le gustará nada más escucharla)
Llega Rigoletto apesadumbrado por el rapto y tratando de buscar cualquier objeto, cualquier cosa que le revele que Gilda está allí puesto que sabe de que pueda estar allí. Un paje buscando al duque y las respuestas de los cortesanos ya confirman a Rigoletto que su hija está allí. Los cortesanos le piden que buscar a otra amante por ahí...hasta que Rigoletto estalla ("io vo mia figlia!..."yo quiero a mi hija) y profiere gritos amenazantes ("Cortigiani,vil razza dannata!..." Cortesanos, vil raza maldita). Esta aria es uno de los principales momentos, quizás el más impactante, del personaje de Rigoletto; tiene dos partes una primera más enrabietada ante los cortesanos mientras que la segunda es más de compasión hacia un padre que sólo tiene a su hija.
El reencuentro entre Gilda y Rigoletto es más amargo que en el primer acto ya que ella ya ha descubierto cuál es la verdadera cara del duque y él se siente molesto ante su protector y empezando a albergar ideas sobre cierta conversación con el sicario. La irrupción de Monterone, que va a la prisión lamentando que la maldición que le soltó al duque haya caído en saco roto, le hace que se confirme en cumplir la venganza contra su protector, contra aquél que deshonró a su hija. Un deseo de venganza que se manifiesta a través de un pequeño dueto con Gilda ("Sì, vendetta, tremenda vendetta"..., Si venganza, tremenda venganza)
Acto III
Llegan tanto Gilda como Rigoletto a una casa a las afueras de la ciudad ya que en ésta se encuentra el duque "gracias" a sus anfitriones Sparafucile y Maddalena. Mientras que bebe vino vuelve a tratar el tema de las mujeres, con la balada, pero de forma más popular con el celebérrimo "La donna è mobile..." (La mujer es voluble). Por atrás, Rigoletto empieza a reunirse con el sicario para acordar la muerte del duque. En la sala principal, mientras tanto, el duque empieza a cortejar a Maddalena ante la mirada atónita de Gilda que observa, otra vez, cómo es de verdad el duque (un gran cuarteto que le maravillará por su música..."Un dí , se ben rammentomi"... (más bien un dúo que se convierte en cuarteto cuando Gilda y Rigoletto comentan lo sucedido dentro). Rigoletto le pide a Gilda que abandone el lugar y se dirija a Verona mientras que él se debe quedar allí. Una vez ha marchado su hija, se encuentra con Sparafucile para arreglar el crimen mientras que, en el interior, sigue el intento de seducción del duque a Maddalena. Cuando se retira a descansar el duque, se quedan Maddalena y Sparafucile preparando el puñal y el saco para meter el cuerpo del duque una vez que fuese asesinado. Durante la conversación Maddalena le pide que mate al bufón y no al duque a lo que se niega Sparafucile porque Rigoletto es el que el paga y le será fiel ("mi paga quest'uomo, fedele m'avrà"...me paga este hombre, le seré fiel). Sparafucile le dice que si alguien llega en la media hora que queda para la medianoche ocupará el lugar del duque mientras que Maddalena se molesta porque no es posible la llegada de alguien con ese tiempo infernal. Gilda, que escucha la conversación de los dos hermanos, decide suicidarse por la vida de aquel que la traicionó y por la pena de la otra mujer que llora con lo que se hace pasar por un mendigo. Al entrar en la casa es asesinada por el sicario mientras que Maddalena la mete en el saco a la espera de que llegue Rigoletto. Los dos tríos, que se desarrollan de forma paralela, son de gran intensidad que impacta en aquel que empieza a aficionarse en la ópera.
Rigoletto llega a medianoche, se encuentra con el sicario y le paga la otra mitad pactada recibiendo el saco con el cuerpo inerte. Cuando se queda sólo con el cuerpo se dirige al río mientras que disfruta del gran momento ya que tiene delante el cuerpo del duque...hasta que escucha la voz del duque no muy lejos de allí y se empieza a preguntar quién está dentro del saco hasta que un rayo le revela la terrible verdad...la cara de su hija Gilda. Ella sigue viva aunque próxima a morir lo que va a dar lugar al tercer último dúo entre padre e hija en un ambiente más funesto ya que la muerte de ella se percibe en cada nota. Lo más memorable es el último tramo del dúo, quizás más emotivo, destacando ese "Lassù in ciel,vicina a la madre, in eterno per voi ...preguerò" de Gilda , rezando por él en el cielo junto a la madre y el tono dramático de Rigoletto que siente su soledad y le pide que no muera. Al final, ella expira mientras que Rigoletto vuelve a exclamar esa frase que le ha marcado en toda la ópera: "Ah, la maledizione!"
¡Disfruten de «RIGOLETTO»!
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