miércoles, 12 de octubre de 2016

Cápsula Bíblica 2061

La belleza de los Salmos, en la Biblia, es totalmente pura, como la gracia de los niños, que son tanto más encantadores cuanto menos sospechan que lo son. Este espíritu del rey David y de los demás salmistas, es el que da el tono a sus cantos, de modo que la belleza fluye en ellos de suyo, como una irradiación inseparable de su perfección interior, no pudiendo imaginarse nada más opuesto a toda preocupación retórica, no obstante la estupenda riqueza de las imágenes y la armonía de su lenguaje, a veces onomatopéyico en el hebreo. Los salmos fueron compuestos para cantarse y siempre, siempre, llevan el corazón a un volver a empezar, amando más y más al Señor.

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