domingo, 9 de diciembre de 2018

«La fuerza del destino»... Maravillosa ópera de Verdi

«La fuerza del destino» (en italiano: «La forza del destino») es una ópera en cuatro actos con música de Giuseppe Verdi y libreto en italiano de Francesco Maria Piave, basado en la obra teatral Don Álvaro o la fuerza del sino (1835) del escritor español Ángel de Saavedra, duque de Rivas, con una escena adaptada de Wallensteins Lager de Friedrich Schiller. Fue estrenada en 1862 en el Teatro Imperial de San Petesburgo y después de una revisión se reestrenó en 1869 en el Teatro Alla Scalla de Milán.

La fuerza del destino es una ópera representado con frecuencia, y hay una serie de grabaciones completas de la misma. Además, la obertura (de la versión revisada de la ópera) es parte del repertorio estándar para orquestas sinfónicas, a menudo interpretada como una pieza de apertura en conciertos.

Está magnífica obra de Verdi se ubica en España e Italia a mediados del siglo XVIII y su argumento se inicia con la obertura, que contiene en forma de popurrí (aunque con construcción dramática) varias de las más bellas e importantes melodías de la ópera.

En el palacio de Calatrava, el marqués, orgulloso de su linaje, da a su hija Leonora el beso de buenas noches. Pero ésta no se retira a descansar; espera a Álvaro, con quien está decidida a huir esa noche. Sabe muy bien que su padre, que pertenece a una de las familias más nobles de España, jamás permitirá que se case con Álvaro, que procede de una familia mestiza de América. Está dispuesta a huir, pero pide a su amado, que quiere llevarla, un día más de plazo. El padre oye las voces y sorprende a los amantes. Al ordenar a los criados que detengan a Álvaro, éste arroja al suelo su arma para demostrar su respeto por el marqués. Desgraciadamente, se escapa un tiro del arma que hiere mortalmente al anciano. Con sus últimas fuerzas, el marqués maldice a su hija.

Álvaro y Leonora, angustiados, han huido de Sevilla por separado. Leonora se ha puesto ropa de hombre para poder viajar con más facilidad y cree que su amado ha muerto. Entra en una posada, donde se aglomera la gente. En un joven que acaba de llegar, y que finge ser un estudiante de paso, reconoce a su hermano Carlos, que ha partido para vengarse del supuesto asesino de su padre. Llega una procesión de peregrinos y despierta en Leonora un profundo deseo de encontrar paz y protección en un convento, donde expiar además su culpa. Llega a la puerta de un convento de franciscanos. Entre los sonidos de un Leitmotiv que describe de una manera muy plástica el latir angustiado de su corazón, se arrodilla delante de una gran cruz de piedra y dirige una oración íntima al cielo.

Desde el interior del convento parecen responderle con cantos sagrados. Leonora llama a la puerta; aparece el hermano Melitone y poco después, llamado por él, el padre guardián, a quien se confía. Éste la conduce ante los monjes, ante los que Leonora hace voto de silencio. El «hermano desconocido» vivirá en una celda solitaria en medio de las montañas, donde nadie habrá de turbar su oración. El canto de Leonora se calma, por así decirlo, apoyado en las voces de los monjes, que le prometen paz.

Álvaro, que cree que Leonora ha muerto, ha viajado a Italia, donde los españoles y los italianos luchan juntos. Con un nombre falso, ha tenido varias veces actuaciones sobresalientes y ha salvado la vida a un compañero. Cuando lo hieren, confía a su compañero, que se ha convertido en amigo, un pequeño paquete de cartas y le pide que las queme en el caso de que no se recupere. La escena tiene un dúo muy bello (con la combinación poco común de tenor-barítono), en donde se juran fidelidad hasta la muerte los amigos.

Mientras el médico opera a Álvaro, el amigo comienza a dudar: ¿No se puso pálido el criollo cuando él habló de Calatrava? Del paquete cae un retrato. Es Leonora. Entonces se aclara todo. Y cuando Álvaro se recupera, se entera de que su compañero no es otro que Carlos, el hermano de Leonora y su mortal enemigo. Inútilmente trata de explicarle lo que ocurrió realmente. Carlos no cede. Vuelven a encontrarse en otro lugar del campo de batalla. Álvaro no quiere aceptar el reto, pero tiene que defenderse del ataque de Carlos. Cuando lo cree herido o muerto, huye para terminar sus días en un convento.

Coros, danzas en el mercado de Velletri, tiendas en todas partes y en plena actividad, a pesar de las claras huellas de la guerra. Preziosilla canta una tarantela; el punto culminante lo constituye un cómico sermón de Melitone, al que finalmente echan del lugar entre las carcajadas de todos.

El acto cuarto se desarrolla varios años más tarde. Carlos ha seguido las huellas de Álvaro, que lo conducen a España. Allí vive el criollo en un convento como un hermano querido y respetado por todos, sin saber lo cerca que se encuentra de su amada. Es necesario el ataque armado de Carlos para que Álvaro, que hace mucho tiempo que ha renunciado a todo lo terrenal, se vea obligado a empuñar una espada. Hiere gravemente a su contrincante y huye de allí para pedir ayuda.

Leonora está arrodillada frente a su cabaña en una íntima oración. (Verdi compuso para esta ocasión la maravillosa aria «Pace», un grandioso cuadro dramático de profundo sentimiento que no obstante requiere un brillante empleo de la voz.)

Un ruido la asusta. Corre para poner en lugar seguro al herido. Totalmente sorprendidos, ambos hombres reconocen a Leonora. Carlos se levanta y con un último esfuerzo clava el puñal en el corazón de su hermana. En las palabras de consuelo del padre guardián los amantes reconocen que se unirán sólo en el más allá, pero para siempre...


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