Esta semana, "Semana Santa" o "Semana Mayor" en la que, como decía el beato Juan Pablo II: "Dios Padre, por medio del Hijo en el Espíritu Paráclito, se ha inclinado sobre cada hombre ofreciéndole la posibilidad de la redención del pecado y la liberación de la muerte", quiero recomendar la lectura del libro de la beata Ana Catlina Emmerich, que inspíró la conocida película de «La Pasión». Haré primero un largo comentario sobre la vida de esta extraordinaria beata y luego sobre el libro.
El 8 de septiembre de 1774, nació al nordeste de Alemania, Anne Katherine Emmerick. Siempre delicada de salud, nació y creció en medio de la pobreza. Poseía el uso de razón desde su nacimiento y podía entender latín litúrgico desde el primer día que acudió a Misa. Desde los cuatro años recibió frecuentes visitas y visiones celestiales. Ana Catalina conversaba familiarmente con el Niño Jesús y vivía estas experiencias místicas tan habituales desde su niñez y con tanta normalidad que, en su inocencia infantil, creía que todos los demás niños también las experimentaban.
A pesar de la precaria situación económica y la oposición de su familia de nueve hermanos, a los 28 años de edad en 1802 ingresó en el humilde monasterio de las Agustinas de Agnetenberg, en Dülmen, el cual carecía de la biblioteca más básica. Allí padeció la incomprensión de las monjas a causa de su vida mística y del hecho de haber ingresado sin dote. Su ascetismo y sobretodo sus éxtasis producidos mientras trabajaba o durante la oración, tanto en su celda como en el oratorio, su celo religioso y sus extrañas dolencias, creaban malestar a la comunidad que, al no comprenderla, la tachaban de privilegiada y la trataban con cierto desprecio. Sin embargo, esta fue la época más feliz de su vida y cumplía sus tareas con alegría por el hecho de que, además la tuvieran de menos.
Su vida transcurrió sembrada de continuas enfermedades, agravadas al quedarse postrada en cama, inválida tras un accidente en 1813. Recibió los estigmas de Nuestro Señor Jesucristo durante la Pasión: los de las manos y pies, la herida de la lanza, Corona de Espinas e incluso una cruz sobre su pecho; signos externos que ella trataba inútilmente de ocultar. Sufría y rezaba mucho por las almas del Purgatorio, a quienes veía con frecuencia; además, por la salvación de los pecadores. Durante toda su vida fue adornada de muchos otros dones místicos: locución o éxtasis entre otros; visiones de la historia de la Salvación; de la Virgen María y la vida pública de Jesús; las visiones de la primitiva Iglesia naciente y las futuras sobre la Iglesia; así como de la vida después de la muerte: experimentó la vida de la Iglesia triunfante (en el cielo), la Iglesia purgante (en el purgatorio) además de la Iglesia militante (sobre la tierra). De está época son conocidas sus visiones sobre los acontecimientos de estos últimos siglos de la historia, como la caída del Muro de Berlín o el Concilio Vaticano II.
Ana Catalina poseía un sobrenatural conocimiento para con los pobres y enfermos que se le acercaban buscando ayuda y consuelo en la que llamaban la “brillante hermanita”; el sufrimiento de los demás le causaba gran compasión muy fácilmente y, conociendo de antemano sus enfermedades, les recomendaba remedios infalibles. Desde ese mismo año hasta el final de su vida, su único sustento fue la Sagrada Comunión y agua. Este extremo fue tres veces exhaustivamente investigado por la diócesis, la policía bonapartista y las autoridades. En 1818 una comisión episcopal, encabezada por el famoso Vicario General Overberg, la investigó por primera vez junto a tres médicos que la examinaron escrupulosamente, con el objeto de no dar lugar a críticas por parte de los enemigos de la Iglesia. Los exámenes dieron como resultado la veracidad de los estigmas y la santa vida espiritual de la hermana Ana Catalina. El Señor, entonces premió su heroicidad y paciencia, con la cicatrización y curación de los estigmas de las manos y los pies y el alivio de las demás señales externas. Más en el Viernes Santo de ese mismo año se le volvieron a manifestar sangrantes. Desde entonces la vida de Anna Katherina Emmerick fue un permanente sufrimiento expiatorio.
Los escritos de Ana Catalina Emmerich constituyen un rico tesoro de sus visiones cotidianas, que ella misma encontraba inefables. Han llegado hasta nosotros gracias a Klemens Brentano, un notable poeta alemán, famoso intelectual y reconocido escritor, requerido por mandato divino para transcribir las visiones de Ana Catalina Emmerich, para el bien de innumerables almas. Esta revelación del Señor se la comunicó ella misma nada más verlo en su primera visita..
Permaneciendo día a día, al pie de la cama de la enferma, traducía del dialecto de Westphalia que ella hablaba, los relatos de la vidente. Se cuenta que Ana Catalina era Analfabeta y que por esa causa no podía escribir ni leer lo que Bretano transcribía de sus palabras. A medida que el escritor iba viviendo con ella los relatos y viendo la paciencia de la religiosa enferma, ante sus indescriptibles sufrimientos, su humildad y pureza, Klemens fue recuperando la fe de su infancia. "No hallé en su fisonomía ni en su persona el menor rastro de tensión ni exaltación" - afirmó tras conocer a la que él respetaba como a la novia escogida de Jesucristo - "Todo lo que dice es breve, simple, coherente y a la vez lleno de profundidad, amor y vida".
En 1833 se publicó este libro que recomiendo ampliamente leer y meditar: "La amarga Pasión de Nuestro Señor Jesucristo conforme a las Meditaciones de Anne Katherine Emmerick". Hasta la fecha es uno de los libros más conocidos y singulares de la mística alemana, de más de doscientas páginas, el cual es tan singular como lo fue la vida de esta beata y que, ya por entonces, su publicación constituyó un acontecimiento mundial. La muerte sorprendió al transcriptor preparando las visiones de "La Vida de la Santísima Virgen María" publicado en 1852 en Munich y los "Diarios", un material muy voluminoso que también ha sido compilado y publicado por distintos especialistas.
El relato de la Pasión tal y como la ve Ana Catalina, comienza con la Última Cena y concluye con la Resurrección. El estilo del libro es muy directo, con gran fuerza, debida a una prosa muy sobria, sin dar lugar a los comentarios; su lectura engancha de tal modo que no se puede abandonar hasta el final. Dividido en escenas muy breves, que bien podrían asemejarse a óleos llenos de expresión, narra la Pasión de Cristo desde la Oración en el Huerto a través de minuciosas descripciones concretas de personas, lugares y acontecimientos, expresadas muy vivamente, por lo que resulta comprensible que este libro haya servido de gran ayuda e inspiración para Mel Gibson, a la hora de hacer su película "La Pasión de Cristo". Cuenta el mismo Gibson que se encontraba rezando en su despacho tratando de ser iluminado sobre el guíon de su película, cuando este libro de Ana Catalina se desprendió de la librería y cayó sobre su regazo, como una señal del cielo.
La veracidad de lo que vio Ana Catalina a todo lo largo de su vida, ha servido de punto de partida para realizar numerosas investigaciones arqueológicas. Con sus visiones en la mano se descubrieron los restos de la ciudad de Ur de Caldea. La recientemente descubierta morada de la Virgen en Éfeso resultó ser también tal como ella la había descrito. Del mismo modo se descubrieron en 1981 los pasadizos bajo el Templo de Jerusalén, que Ana Catalina vio al contemplar el misterio de la lnmaculada Concepción de María, dogma que no sería proclamado por la Iglesia hasta treinta años después de la muerte de esta vidente. Ana Catalina Emmerich escuchó del mismo Jesucristo que el regalo de sus revelaciones del pasado, presente y el futuro en visión mística, era mayor que el poseído por nadie jamás en la historia.
El lunes 9 de febrero de 1824, en la localidad de Dulmen, su alma se liberó de su cuerpo consumido por las enfermedades y las penitencias. Su cuerpo se encontró incorrupto a casi dos meses de su fallecimiento; la tumba había sido abierta con autorización, tras los rumores que corrían de que sus restos mortales habían sido hurtados. En 1892 el obispo de Münster introdujo la causa de beatificación y fue declarada Venerable a finales del siglo XIX. Proceso de beatificación reabierto en 1972. En el año 2001 se declaró la heroicidad de sus virtudes (Venerable) anunciando el Vaticano que pronto sería beatificada.
Ana Catalina fue beatificada el 3 de octubre de 2004 por el ahora beato Juan Pablo II en el Vaticano ante más de mil peregrinos que acudieron a la ceremonia. El prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos en aquel entonces, el cardenal José Saraiva Martins, al leer el decreto de reconocimiento del milagro, que abrió las puertas a la canonización de Catalina Emmerich, constató ante Juan Pablo II: «Llevó consigo los estigmas de la Pasión del Señor y recibió carismas extraordinarios que empleó para consuelo de numerosos visitantes. Desde el lecho desarrolló un gran y fructífero apostolado. La vida de Anne Katherine Emmerick está caracterizada por una profunda unión con Cristo y una «ardiente» devoción a la Virgen María. Servir a la obra de la salvación por medio de la fe y del amor es el aspecto en que la futura beata puede servir de modelo a los fieles de hoy.»
Los estigmas —como en san Francisco o san Pío de Pietrelcina— son el testimonio clarísimo de su unión existencial con Jesús. Su disponibilidad al sufrimiento no tenía otro fundamento que su amor hacia el Crucifijo y su preocupación por el prójimo.
Su mensaje esencial es ecuménico y para ella, los hombres y las mujeres no son buenos o malos en función de su religión o ideas, sino por motivo de sus actos. Por ejemplo, describe a Pilatos y a los grandes sacerdotes judíos con la misma severidad, pero utiliza un tono muy diferente cuando habla de la mujer de Pilatos, o de los judíos, o de los romanos compadecidos que mostraban gestos de misericordia hacia esta persona que, para ellos, no era ni Dios, ni el Mesías, sino un simple condenado.
Es verdad que en «La Amarga Pasión» escribe acusaciones sobre todo contra los judíos, pero es porque narra una tragedia que tuvo lugar en tierra judía. Cuando narra tragedias que han tenido lugar en tierras paganas, acusa a los paganos. De hecho, es lógico: la muchedumbre, con algunas excepciones, en general es perseguidora, y la escena de la Pasión lo demuestra con fuerza.
Anne Katherine ha vivido el Evangelio y está en el cielo. Nos ha dejado este legado maravilloso que nos acerca a los hechos que revivimos en esta Semana Santa.
El beato Juan Pablo II, dirigiéndose a los fieles congregados el 3 de octubre de 2004, durante la beatificación de Ana Catalina, declaró:
«La beata Ana Catalina Emmerich mostró y experimentó en su propia piel «la amarga Pasión de Nuestro Señor Jesucristo». El hecho de que, de hija de pobres campesinos que insistentemente buscaba la cercanía de Dios, se convirtiera en la famosa «mística de Münster» es una obra de la Gracia divina. A su pobreza material se contrapone su rica vida interior. Igual que la paciencia para soportar sus debilidades físicas, nos impresiona la fuerza del carácter de la nueva beata y su firmeza en la fe.
Esta fuerza la recibió ella de la Santa Eucaristía. De este modo su ejemplo abrió a la completa pasión amorosa hacia Jesucristo, los corazones de los hombres pobres y ricos, de las personas cultas y humildes. Aún hoy comunica a todos el mensaje salvífico: «Gracias a sus heridas hemos sido curados» (Cf. 1 P 2, 24).
Ana Catalina Emmerich,
"La Amarga Pasión de Cristo",
Ed. Planeta,
Colombia 2004.
255 páginas.
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