martes, 26 de junio de 2012

Cápsula Bíblica 498

En los tiempos de los primeros cristianos, no existían los diccionarios bíblicos o las ediciones de la Biblia que pudieran guardarse en casa o llevar en el bolsillo. Sin embargo, esas dificultades objetivas eran vencidas por la convicción de que la Sagrada Escritura debía de ser leída, estudiada y meditada, es decir, debía ser digerida a diario hasta tal punto que era común conocer de memoria porciones considerables de la Biblia. No debería ser otra nuestra conducta si es que tenemos intención, entre otras cosas, de comunicar el Evangelio a otros por nuestra condición de discípulos y misioneros.

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