domingo, 1 de septiembre de 2013

«Ständchen» Serenata D. 957... Una bellísima composición de Schubert

Franz Schubert (1797-1828) escribió durante el que sería su último año de vida una de sus obras más populares: la Ständchen (Serenata) D. 957. Es la obra que he elegido para esta semana.

Aunque muy difundida en diversas versiones orquestales, la Serenata en su orígen fue otro lied que el compositor creó con letra del poeta alemán Ludwig Rellstab. Esta obra pertenece a una recopilación póstuma de Franz Shubert llamada El canto de los Cisnes que se publicó por su editor en 1829 con el número D957.

Schubert, como la historia lo señala, fue uno de los principales músicos austríacos que vivió a comienzos del siglo XIX; fue el único nacido en Viena, la que fuera la capital musical europea a fines del siglo XVIII y principios del XIX. Vivió, treinta y un años, tiempo durante el cual consiguió componer una obra musical excelente, de gran belleza e inspiración. Su talento creció a la sombra de Beethoven, a quien admiraba, pero la vida humilde que aveces tuvo que pasar en ciertos períodos de su vida, no le permitió tener su propio piano, por lo que usaba el de sus amigos y se le veía entreteniendo diversas reuniones sociales que le permitía dar a conocer y vender su música. Escribía veloces pequeñas piezas musicales que no alcanzaba ni a a revisar y ya se publicaban. Schubert murió un año después que su ídolo. Él no alcanzó la fama en vida y muchos de sus amigos, con los años, recordaron, cada uno a su modo, los años pasados junto a él dando lugar a una serie de leyendas, comola de que en esta obra refleja muchos de los sentimientos que guardaba en su corazón. 

La letra es esta:

Quedo implorando mis canciones
A ti a través de la noche;
Abajo, en la tranquila arboleda,
¡Amada, ven a mi lado!

Murmurantes, esbeltas copas susurran
A la luz de la luna,
El acecho hostil del traidor
No temas, tú, amada.

¿Oyes gorjear a los ruiseñores?
¡Ay! Ellos te imploran,
Con el sonido de dulces quejas
Imploran por mí.

Comprenden el anhelo del pecho,
Conocen el dolor del amor,
Conmueven con los argentinos sonidos
A todo tierno corazón.

Deja también conmoverse tu pecho,
Amada, escúchame;
¡Trémulo aguardo el encuentro!
¡Ven, hazme feliz!



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