domingo, 4 de mayo de 2014

La Sexta Sinfonía de Bruckner... Tiempos y ritmos a la perfección

La Sinfonía No. 6 de Bruckner, es tal vez una de las más hermosas e intimistas obras de este compositor austriaco del que ya he hablado antes. Esta obra, plagada de belleza armónica y melódica es la que he elegido para compartir esta semana con mis ocho seguidores. Sus dos movimientos centrales son toda una elaboración de músics artesana por y para el espíritu, una verdadera maravilla de música con un desarrollo perfecto de tiempos y ritmos, música ricamente coloreada y de extraordinaria belleza sonora. 

Sus movimientos inicial y final están, como es habitual en Anton Bruckner, relacionados. En todo el devenir de la sinfonía destaca la belleza tímbrica de los instrumentos y el perfecto tono y color que les da el maestro salpicado siempre por esas permanentes referencias a motivos y temas ya expuestos en el inicio de la obra de cuatro movimientos. El primer movimiento, por cierto, no empieza con los usuales trémolos, sino con una compleja figura en los violines con el sello de Bruckner: dos notas contra un tresillo, en una figura que constantemente se repetirá en toda la obra. El segundo tema, más pausado y elegíaco, se presenta en un contraste de cuatro contra seis notas, en un reticulado pausado y muy sereno.

El juego entre ambos temas conduce a una invocación del tema principal y al retorno de la segunda melodía ahora en un tempo más intenso pero siempre en contraste con la animada idea inicial. La coda del primer movimiento lleva a una variación del tema principal en un tempo aún más intenso y dramático hasta caer un furioso galope que lleva la conclusión.

En definitiva, creo que les dejo ahora una obra cargada de luminosidad, delicadeza y sutileza, plena de emoción y belleza y salpicada aquí y allá con temas realmente geniales y preciosos. Una obra que permite disfrutar de bellezas sonoras insospechadas y que realmente merece la pena disfrutar. Una obra serena y profunda llena de alma y de, si quieren llamarlo, misticismo musical.

La obra fue compuesta entre el 24 de septiembre de 1879 y el 3 de septiembre de 1881 y dedicada a su mecenas, el Dr. Anton Van Ölzelt-Newin. Es posible que su aparente sencillez compositiva no llame tanto la atención a diferencia de las grandiosas y complejas estructuras del resto de sus obras (Quinta, Séptima, Octava), pero, como he dicho, es una obra ricamente expresiva con temas de enorme belleza y sutileza. Una obra con una orquestación fina y delicada y con una estructura que quizá en su forma clásica encierre su belleza.



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