domingo, 19 de junio de 2016

Cápsula Bíblica 1946

Los estudiosos católicos, al interpretar la Biblia, de acuerdo a las enseñanzas de la Iglesia, se deben emplear los recursos que ponen al alcance las ciencias humanas. Se ha de actuar lo mismo que cuando se interpreta cualquier libro de la antigüedad. Entre esos recursos, hay que señalar: El estudio filológico del texto. Esto exige conocer las lenguas originales de la Biblia y también las afines: hebreo, arameo griego...  Conocimiento de los usos literarios de Oriente: por ejemplo se usan metáforas atrevidas. Hay que tener en cuenta el contexto y los lugares paralelos. Por otra parte, hay que atender la crítica textual, que tiene por objeto restablecer el texto primitivo que se supone alterado. Dicho de otro modo, determina con la mayor exactitud posible el texto más próximo al original.  También se debe examinar las alteraciones del texto (omisiones, añadiduras, cambios de lugar de palabras...) y las causas de esas alteraciones que unas veces fueron involuntarias y otras intencionadas. Todo estudioso debe aplicar las llamadas normas de crítica textual para las selección de variantes. Las más conocidas son éstas: La lección más difícil se ha de preferir a la más fácil, por la tendencia del copista a querer esclarecer. La lección más breve se ha de preferir a la más larga ", a no ser que se oponga al testimonio de códices más antiguos. Se ha de tener como genuina aquella lección que explica el origen de las demás. Así que como vemos, los estudiosos de la Sagrada Escritura tiene siempre mucho y muy complicado trabajo. Por eso hay que valorar las obras que al respecto se editan en la Iglesia.

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