Alberto Ginastera (Buenos Aires, 11 de abril de 1916 - Ginebra, 25 de junio de 1983) se definía siempre como un católico practicante y a lo largo de su vida compuso varias obras sobre textos religiosos, siendo la más relevante la que esta semana les invito a escuchar: «El Salmo 150». Hombre de oración y diálogo íntimo con el Señor, Alberto compuso además «Lamentaciones del profeta Jeremías» y «Turbae ad Passionem Gregorianam», claramente emparentadas con la tradición de escritura de la música religiosa erudita occidental. Además de que se sirve también, como un recurso dramático, de pasajes de canto gregoriano en su ópera Bomarzo.
Esta es una composición que realizó en 1938, cuando solamente contaba con 22 años de edad, recién egresado del Conservatorio Nacional de su natal Argentina. Catalogada como una obra hermosa y conmovedora, sin puntos de contacto con una estética nacionalista como otras de sus obras, El Salmo 150, para coro mixto, coro de niños y orquesta, fue estrenado en el Teatro Colón por el eminente director Albert Wolf, para luego contar con ejecuciones en diversas partes del mundo, entre las que se destacó la que ofreció, en Estados Unidos, Eugene Ormandy, con la Orquesta de Filadelfia, de la que fue brillante titular.
La versión que presento es de muy alta calidad, a partir del perfecto equilibrio logrado entre la masa coral y la orquesta. El buen desempeño del coro de niños (que parece estar integrado por muchos que ya no lo son, se siente sensacional) y la ya tradicional calidad de la Orquesta Sinfónica Nacional de Argentina.
Cabe destacar que la obra adquiere una luminosa culminación en el Aleluya y constituye un ejemplo de colorida orquestación.
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