Alban Maria Johannes Berg (Viena, 9 de febrero de 1885 – Viena, 24 de diciembre de 1935) fue un músico que incursionó en la atonalidad y luego en el dodecafonismo, escribiendo obras vinculadas a la estética expresionista. Su música tiene una sonoridad que a la vez, evoca la tonalidad, con reminiscencias del romanticismo y una inclinación marcadamente dramática. Sus tres obras más conocidas son el «Concierto para violín» y las óperas «Wozzeck» y «Lulú». Hoy yo quiero presentarles su «Concierto para violín» y dedico esta entrada de mi blog a mi sobrina Brendita, amante apasionada del violín, que interpreta maravillosamente en la Orquesta Sinfónica Juvenil de Nuevo León. ¡Ánimo Brendita y a seguir con esa pasión por la música que, junto al amor a Dios y a los hermanos, llena el corazón y lo hace vibrar!
Dicen que Berg, cuando era niño, tenía más interés por la literatura que por la música, pero a la par de la lectura, comenzó a componer lieder y dúos desde los quince años, con la educación musical tradicional y autodidacta1que tuvo. Su hermana Smaragda, excelente pianista y alumna de Theodore Lescheitzky, fue quien le introdujo en la música francesa contemporánea (Claude Debussy y Maurice Ravel sobre todo).
En 1910 terminó sus estudios con Schönberg. Su obra de graduación fue la «Sonata para piano» (Op. 1), de la que hablaré algún día y está catalogada como «una de las obras más formidables jamás escritas por un compositor». Durante toda su vida, Berg tuvo una gran amistad y estima hacia su maestro Arnold Schoenberg, a quien lo consideraba como un padre y, cuando éste abandonó el uso de la tonalidad —que había sido el sistema principal usado en la música occidental durante varios siglos— y comenzó a experimentar en lo que se llamaría atonalidad, Berg se unió en esta búsqueda de posibilidades sonoras que se evidencian en sus Cuatro Lieder Op. 2 y su Cuarteto de cuerdas Op. 3..
El «Concierto para violín» de Alban Berg, también conocido como «Dem Andenken eines Engels» o «A la memoria de un ángel», fue compuesto en 1935, su último año de vida, cuando recibió el encargo de componer un concierto para violín y orquesta de parte de Louis Krasner, un violinista ruso-americano que más tarde construiría una carrera notable realizando varias de las primeras audiciones de las obras de sus colegas contemporáneos. Louis Krasner fue, por supuesto, el solista del estreno, que fue dirigido por Hermann Scherchen en el Festival de la Sociedad Internacional de Música Contemporánea, celebrado en el Palacio de la Música Catalana de Barcelona, el 19 de abril de 1936.
La obra constituye el único concierto de Berg para instrumento solista y se desarrolla según los principios de la música dodecafónica que el compositor aprendió de Schoenberg. Se ha convertido en la obra más popular del compositor, y la más programada en los escenarios. Y pese a su atrevida combinación de lenguaje tonal y atonal, es también su obra más accesible.
Está conformada por dos movimientos, aunque cada uno de ellos incluye otra sección que se toca sin interrupción. Según Berg contó a su biógrafo, en el primer movimiento trató de traducir los rasgos de carácter de una niña en personajes musicales. El segundo es algo menos pastoral, quizá medio pesadillesco diríamos, representando la catástrofe de la muerte. La obra termina sin aspavientos. No resulta fácil encontrar otra obra en que el silencio que sigue a los últimos compases, sea tan importante como el que aquí «se escucha» y que para el amante de la música es de vital importancia. El primer movimiento es el Andante - Allegretto y el segundo el Allegro - Adagio
¡Disfrútalo Brendita y disfrútenlo todos en estas dos versiones!
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