domingo, 16 de diciembre de 2012

EL CASCANUECES... El más conocido de todos los ballets

«El cascanueces» (Op. 71) se ha convertido quizá en el más popular de todos los ballets, y es principalmente representado en Navidad. Esta obra es un cuento de hadas-ballet en dos actos y tres escenas de Piotr Ilich Tchaikovski (1840–1893): Fue compuesto en 1891–1892, cuando Tchaikovski puso música a la adaptación que Alejandro Dumas (padre) hiciera del cuento El cascanueces y el rey de los ratones, de Ernst Theodor Amadeus Hoffmann. La música del ballet de Tchaikovsky es una de sus partituras más populares. La música pertenece al período romántico y contiene algunas de sus melodías más memorables

Tchaikovski hizo una selección de ocho de los números del ballet antes de su estreno en diciembre de 1892, formando así "La suite de El cascanueces Op. 71a", concebida para tocar en concierto. La suite se tocó bajo la dirección del compositor el 19 de marzo de 1892, con ocasión de una reunión de la sucursal de San Petersburgo de la Sociedad Musical y junto con la ópera final de Tchaikovski, "Yolanta". La suite se volvió popular desde entonces, pero el ballet completo no logró su gran popularidad sino hasta el año de 1960.

Entre otras cosas, la música de «El cascanueces» se conoce por su uso de la celesta, un instrumento que el compositor ya había empleado en su balada sinfónica mucho menos conocida, "El Voivoda" (estrenada en 1891). Aunque se conoce como el instrumento solista presentado en el acto II de la Danza del Hada de Azúcar, la celesta se emplea en otras partes del mismo acto.

La obra empieza con una obertura «en miniatura», la cual también comienza la Suite. La música crea un ambiente de cuento de hadas mediante los registros altos de la orquesta. El telón se abre y en el primer acto se muestra la casa de los Stahlbaum, en la cual se prepara la fiesta de la víspera de la Navidad. Clarita, su hermano Fritz y sus padres celebran la noche con amigos y familia, cuando entra el padrino misterioso, Herr Drosselmeyer, sacando un saco de regalos para todos los niños. Todos están felices, con excepción de Clarita, quien no ha recibido ni un regalo todavía. Herr Drosselmeyer presenta entonces tres muñecas de tamaño natural, cada una bailando en torno a sí. Cuando están completas las danzas, Clarita se acerca a Herr Drosselmeyer pidiendo un regalo. Parece que a él le faltan más regalos, y Clarita corre con su madre teniendo un arranque de lágrimas. Drosselmeyer presenta luego un juguete de cascanueces, en la forma tradicional de un soldado en uniforme de formación. Clarita queda fascinada, pero su hermano siente envidia y quiebra el cascanueces. La fiesta termina y la familia Stahlbaum se acuesta. Mientras todos están durmiendo Herr Drosselmeyer arregla el Cascanueces. Después Clarita se despierta y ve que su ventana está abierta. Cuando el reloj toca la medianoche, oye el sonido de ratones. Se despierta y trata de fugarse, pero los ratones la detienen. Tal vez Clarita esté soñando todavía: El árbol de Navidad de repente se vuelve enorme, llenando la sala. El cascanueces cobra vida; él y sus soldados se levantan para defender a Clarita, y el Rey de los ratones encabeza a sus ratones en batalla. (Aquí Tchaikovski sigue el clima «de miniatura» de la obertura, poniendo la mayoría de la música de batalla en los registros altos de la orquesta). Sucede un conflicto, y cuando Clarita ayuda al Cascanueces sosteniendo la cola del rey de los ratones y jalándole un zapato, éste aprovecha la oportunidad y apuñala al rey, que muere. Los ratones se retiran llevándose a su líder. Luego, el Cascanueces se transforma en un príncipe. (En el cuento original de Hoffmann y en las versiones del Ballet Real de 1985 y 2001, el príncipe es el sobrino de Drosselmeyer, a quien el rey de los ratones había convertido en un Cascanueces, y todos los acontecimientos después de la fiesta de Navidad se han arreglado por Drosselmeyer para eliminar el hechizo). Clarita y el príncipe viajan a un mundo donde copos de nieve bailarines los saludan y donde hadas y reinas bailan para darles la bienvenida a su mundo. La música expresa las imágenes maravillosas presentando un coro de niños sin palabras. El telón cae y termina el primer acto.

En el segundo acto, Clarita, el Cascanueces y Drosselmeyer llegan al Reino de los Dulces donde los recibe el hada de Azúcar, su caballero y el resto de los dulces. Se suceden una danza española, identificada a veces con el chocolate, una china, a veces con el té, una árabe, con el café, y luego una rusa, a veces llamada Bastones de Caramelo (la danza rusa es el Trepak), Mamá Jengibre y sus Polichinelas (a veces Bombones, o payasos de la corte en la representación de Mijaíl Barýshnikov), las Flautas de lengüeta (a veces Pastoras de Marzipan o Mirlitons), el hada de Azúcar, y el famosísimo vals de las Flores. (Cabe mencionar que las danzas en el Reino de los Dulces no siempre siguen el mismo orden). Después de las celebraciones, Clarita se despierta bajo el árbol navideño con su cascanueces de madera, alegre por su maravillosa aventura, y cae el telón.  (Sin embargo, como hay varias versiones, en la versión de Balanchine, nunca se ve a Clarita despertándose, sino que tras todas las danzas en el Reino de los Dulces, ella y el príncipe Cascanueces se deslizan en un trineo tirado por renos y finaliza la obra. El sueño ha sido real, como en el cuento original de Hoffmann. La versión del Ballet Real también lo representa de esta manera. Finalmente, el sobrino de Drosselmeyer, que había sido transformado en cascanueces, reaparece bajo forma humana en la juguetería de su tío).

En Monterrey es una tradición que cada año por estas fechas, se presente en el Teatro de la Ciudad por el Ballet de Monterrey y a veces con la Orquesta Sinfónica de la Universidad Autónoma de Nuevo León en vivo. Es un espectáculo que vale la pena disfrutar y es para todos, grande y chicos.

Los dejo con El Cascanueces en varias versiones:




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