César-Auguste-Jean-Guillaume-Hubert Franck (Lieja, 10 de diciembre de 1822 – París, 8 de noviembre de 1890), mejor conocido como César Franck es un músico que no es muy conocido entre nosotros, quizá muchos lo conocen solamente por «Panis Angelicus», compuesto en 1872 para tenor, órgano, arpa, cello y contrabajo, una obra de una belleza excepcional. Claro que la obra de Franck es mucho más extensa que esta obra hermosísima. Entre sus composiciones está la última sinfonía que compuso: la «Sinfonía en re menor», su obra orquestal más famosa y estrenada sólo un año antes de su muerte en 1890. El hecho de que se decidirá finalmente a componer una sinfonía, es un hecho extraño, debido a la rareza de esta forma musical en la tradición francesa del siglo XIX, que percibía la sinfonía como un refugio exclusivo de la tradición alemana. Es posible que la génesis de este trabajo siguiera el éxito popular de su obra influyente "Variaciones sinfónicas para piano y orquesta", compuesta en el año 1885, y de hecho, la «Sinfonía en re menor»es el ejemplo más claro de la escritura sinfónica cíclica en la tradición musical romántica y por eso vale la pena escucharla detenidamente. Es entonces esta mi recomendación para esta semana.
Esta sinfonía la compuso César entre 1886 y 1888 (concluida el 22 de agosto de 1888), así que transcurrieron casi cincuenta años desde el primer intento sinfónico del joven César Franck en 1840, fecha de su "Gran Sinfonía en sol mayor", hasta la que quizás sea, como hemos dicho, su obra orquestal más conocida, esta «Sinfonía en re menor». Esbozada en el otoño de 1887 y concluida en agosto del año siguiente, fue estrenada en el Conservatorio de París el 17 de febrero de 1889. La crítica la acogió con gran acritud; Gounod llegó a afirmar que era “la incompetencia elevada a dogma”. La obra, de maciza orquestación que recuerda a veces al órgano, consta de sólo tres movimientos, aunque el segundo, Allegretto, es en realidad una curiosa combinación de andante y scherzo que concede un papel solista al corno inglés. El Lento–Allegro non troppo inicial comienza con una frase similar a la de Los Preludios de Liszt y es enérgico y fuertemente cromático. La Sinfonía concluye con un expansivo Allegro non troppo en el que reaparecen todos los temas, reafirmando el marcado carácter cíclico de la obra.
Antes de escucharla, quisiera compartir un poco de la vida de este sencillo hombre lleno de Dios y de música que vivió una existencia tranquila y poco llamativa. Incluso llama la atención que se presentaba siempre vestido con extrema sencillez, casi siempre de negro y con un paraguas bajo el brazo (me recuerda a Steve Jobs en nuestra era). Decían que tenía el aspecto de un pequeño hombre ordinario y que ningún rasgo de su persona lo revelaba como el gran compositor que en realidad fue. El verdadero Franck se halla por entero en su música....allí es donde puede encontrársele, y donde se le puede desenmascarar.
Cesar nació en el seno de una familia muy humilde, y su padre lo animó a comenzar sus estudios musicales en el Conservatorio de su ciudad. Cuando el pequeño empezó a dar muestras de su genio y la familia se trasladó a París en 1835 para que pudiese continuar su formación en el prestigioso Conservatorio parisino. Cuando terminó los estudios y consiguió un puesto como profesor en el Conservatorio, decidió casarse con su alumna Eugénie. César ya había cumplido los 22 años, pero aun así su padre se opuso a la boda, pero finalmente se casaron y tuvieron cuatro hijos. Fueron años complicados mientras sacaba adelante a su familia trabajando a destajo en el Conservatorio y también impartiendo clases a domicilio, y aunque ya sentía el prurito de la composición, esta labor tuvo que ser dejada de lado por auténtica falta de tiempo.
Fue en 1858, cuando una afortunada circunstancia le cambió la vida: fue nombrado organista de la iglesia de Santa Clotilde, a orillas del río Sena, cargo al se dedicó en cuerpo y alma hasta que murió en 1890. A través del órgano expresó lo mejor de sí mismo, situado «entre el Cielo y la Tierra y convertido en el intérprete de los anhelos de los hombres ante Dios», según solía decir él mismo. Allá arriba, en la galería de la Iglesia, el maestro difundía la voz a veces suave y temblorosa, otras terrible y profunda del órgano por todos los ámbitos del templo, dando vida por fin a sus creaciones e improvisaciones. Convertido en el alma y la inteligencia del instrumento, cautivó y conmovió profundamente a todo aquel que se acercaba a escuchar. Su fama como excepcional organista fue aumentando con el paso de los años; lo llamaban para dar recitales en todas las iglesias, y demostró su talla de gigante con sus más grandes obras maestras: oratorios, misas, corales, música de cámara....fueron momentos fecundos para la historia de la música francesa que tocaremos en otra ocasión.
Su carácter piadoso y noble le granjeó todo tipo de amistades...cuando murió y se celebraron sus funerales en esa misma iglesia de Santa Clotilde, «su iglesia» y una inmensa multitud de amigos, fieles e incluso mendigos a los que él cada dia dispensaba una limosna al entrar a la iglesia, acudió para darle las gracias por última vez por la alegría y el consuelo recibidos a través de su música.
Su gloria -póstuma- comenzaba.....
Escogí a este músico por acercrase el día de Navidad y porque en él, verdaderamente, encontramos a un hombre profundamente religioso, enamorado de Dios que siempre se sintió guiado por Él en una misión sublime de acercar a los hombres hasta Dios por medio de la música. La obra que presento, de este hombre desbordante de fe y sinceridad, descubre la fertilidad del talento cuando la persona se deja llevar de la mano de Dios. Heredero espiritual de J. S. Bach, romántico por naturaleza, clásico por inclinación, cristiano por convicción, siempre sincero, siempre auténtico, siempre fiel a su ideal.... César Frank es un compositor eterno.
Si quieren escuchar más de su obra, me atrevo a sugerir la Sonata para violín y piano en La Mayor. ¡La música de César Franck no nos dejará nunca indiferentes!
Disfruten esta Sinfonía y como regalo navideño el «Panis Angelicus», primero con la maravillosa y dulce voz de la mezzo-soprano letona Elina Garanča, subtitulado para poderlo cantar junto con ella y después la grabación en vivo de la versión con Pavarotti y Sting para escuchar y deleitar el oído. ¡Feliz Navidad!
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