lunes, 16 de junio de 2014

«VIDA ÍNTIMA DEL PADRE PRO»... Un libro que nos enseña que buscar la santidad no es nada aburrido

El libro para esta semana lo he leído varias veces y siempre me ha dejado una invitación a dar la vida por Cristo. «VIDA ÍNTIMA DEL PADRE PRO» es un libro que no cansa y que se puede leer una y otra vez adentrándose en la biografía del beato mexicano Miguel Agustín Pro, S.J.

Beatificado por san Juan Pablo II el 25 de septiembre de 1988, este sacerdote jesuita  y mártir mexicano mejor conocido como “el padre Pro”, es uno de los personajes cristeros más recordados y queridos por su gran desempeño ante la inolvidable batalla que amenazaba con extinguir la Iglesia en México.

El autor del libro, el también sacerdote Jesuita Antonio Dragón, nos lleva a adentrarnos en la vida de un hombre que supo vivir y morir por el Evangelio. Con sustentada veracidad en sus datos, esta obra nos presenta el carácter alegre y optimista de quien manifestó, hasta el martirio, el amor a Cristo Rey.

En cada página del libro, uno encuentra a Miguel Agustín como un claro ejemplo de fe en Dios. Su valentía, su incomparable "buen humor" y su gran humildad, nos hacen reflexionar sobre la importancia que tiene la búsqueda de la santidad en cualquiera de las circunstancias de la vida.

El prólogo de la edición original lo hizo el Siervo de Dios Luis María Martínez y en él anota: "Bastó, para atraerme, el título de este libro, porque pienso que lo mejor, lo más exquisito que hay en toda alma grande, en toda vida noble es lo íntimo".

Cuando uno entra en la intimidad del padre Pro, se da cuenta de que era un hombre de un muy buen humor, un bromista incansable que, a los 20 años, cuando ingresó en el noviciado de los jesuitas se llevó la gran decepción al ver que su amada Compañía de Jesús era un hato de solemnes aburridos. Por lo cual al mes pidió abandonar la institución. Enfrentó a su superior con la franqueza que no lo dejará hasta la tumba y le dijo: "Padre mío, antes de entrar aquí yo amaba a los jesuitas, ahora los detesto, incluyéndolo a usted". El superior lanzó una carcajada y le dio licencia para tener un régimen más “alegre”. El canto, zapateo y las bromas se conjugaron siempre con una profundísima piedad, una gran caridad, pureza de corazón y una rectitud de intención en el cumplimiento de todos sus deberes.

El libro del P. Dragon, escrito originalmente en francés, está confeccionado con el esquema un tanto predecible de la hagiografía clásica. Su valor más grande es la documentación. El novicio, profeso y luego sacerdote Miguel Pro escribió muchas cartas jugando con el lenguaje popular que tan bien conocía y representaba. Dragón, al dejarnos penetrar en las cartas del beato, nos lleva a descurbrir que Miguel Agustín poseía sin duda un talento literario más que regular y una increíble simpatía. Las cartas que aparecen en el libro lo pintan por lo que dice y por el cómo vivía.

Es simpático ver cómo sus estudios fueron a trancas y barrancas por las persecuciones y las enfermedades. Sufría de úlcera estomacal y de otro mal intestinal que, según decía con humor chocarrero, lo obligó a presentar el reverso de la medalla a los cirujanos. Su primer año de sacerdocio fue menguado por casi seis meses de operaciones y convalecencias fallidas de las que salió desahuciado. Volvió a México porque sus superiores querían que muriera en su patria. Tenía 36 años. Un año y medio, más o menos, ejerció el apostolado en México, en la clandestinidad, prácticamente solo, porque la mayoría de sus hermanos sacerdotes habían decidido “guardarse” para mejor ocasión.

Llegó a dar hasta 1600 comuniones diarias. Disfrazado, viviendo en distintas casas, recorriendo la ciudad en bicicleta o en un “forcito”, organizó el sustento para casi 100 familias desamparadas por las venganzas políticas y el odio religioso del presidente Calles. Predicó retiros, casó, bautizó, convirtió comunistas, anarquistas, dio la unción a cientos de enfermos... Sostuvo vocaciones vacilantes, organizó un sistema monetario de vales para canjear entre los católicos y hasta colocó más de una treintena de huérfanos entre familias adoptivas.

A pesar de su ingenio sin límites para pasar desapercibido ante la policía, finalmente fue detenido y acusado de participación en un ataque dinamitero contra el general Obregón, padrino político y sucesor "electo" de Calles. Junto con sus hermanos Humberto y Roberto se habían escondido, temiendo ser imputados en un hecho del que nadie sabía nada, porque fue decidido por dos dirigentes de la resistencia armada (en la que no participaban los Pro) y luego comunicado a otros dos para tareas auxiliares. Cabe destacar que el intento de tiranicidio era moralmente lícito y no se concretó por medios que pusieran en riesgo la vida de inocentes. Por eso, quizás, fracasó. Pero de esto, los Pro no tuvieron ni noticias hasta consumado el ataque, el 13 de noviembre.

El responsable del intento de tiranicidio, Luis Segura Vilches, se entregó bajo promesa de que liberarían a los hermanos Pro, exculpándolos en su declaración. Sin embargo, él, su cómplice y los dos hermanos Pro fueron fusilados el 24 de noviembre de 1927 bajo un mismo cargo. Roberto quedó en libertad gracias a los buenos oficios del embajador argentino, que trató de salvar a los tres Pro, presionando al gobierno de Plucarco Elías Calles, quien habría —no se sabe con certeza— prometido liberarlos sin intención de cumplir. De modo que Miguel y Humberto Pro fueron asesinados por odio a la Fe. En tanto que Segura Vilches (de solo 24 años) y su compañero cayeron heroicamente como soldados. Por eso el título de "mártir", les corresponde a los Pro, en especial a Miguel, que perdonó y bendijo a sus asesinos. Antes de que lo fusilaran perdonó a los verdugos.  Murió, como muchos otros mártires mexicanos, gritando: "Viva Cristo Rey".

Les aseguro que disfrutarán cada página del libro que los dejará con ansias de ser santos...


Antonio Dragón, S.J.
"Vida Íntima del Padre Pro"
Ed. Buena Prensa,
México 1990,
302 páginas.

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