miércoles, 8 de octubre de 2014

Cápsula Bíblica 1327

Con el maná Dios alimentó al pueblo durante el camino por el desierto. Con la Palabra que sale de su boca, alimenta y nutre nuestro caminar en esta vida que, a veces, es también un desierto. Como el pan, la Palabra está allí dispuesta para ser saboreada, partida, masticada e incorporada a nuestro ser. Como el pan, no se trata de atragantarnos sin poder digerirla, sino de tomar cada día la porción necesaria, detenernos en ella y dejar que se vaya incorporando, que se vaya haciendo carne en nosotros, mientras la leemos en un clima de meditación y oración. Como el pan, la Palabra se hace más sabrosa cuando es compartida con alegría. Así los discípulos reconocieron a Jesús cuando El partió el pan y entonces ellos se dieron cuenta que la Palabra les hacía arder el corazón. Palabra y pan, juntos, revelando a Jesucristo (cf. Lc 24, 30-32).

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