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martes, 24 de febrero de 2015
Cápsula Bíblica 1467
Para los israelitas el «NOMBRE» era algo que no sólo servía para distinguir una persona de otra. En cierto modo describía lo que la persona era y hacía; se identifica con ella (Jn 12, 28). Dar nombre a alguien o cambiárselo significa entonces tener autoridad sobre él. Cuando Dios le cambia el nombre a alguien, le da un nuevo proyecto de vida, un nuevo ser. Por eso, no se puede “nombrar” a Dios. En vez de pronunciar el nombre divino, se usaban expresiones como Señor, el Nombre, el Cielo. Invocar el nombre de Dios sobre alguien quiere decir para el israelita invocar la protección de Dios sobre él. Hacer algo en nombre de Dios es hacerlo en profunda unión con Dios. A lo largo del Antiguo Testamento Dios recibe diversos nombres que conservamos hasta nuestros días: YAHVÉ, ELOHIM, ADONAI...
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