Henri Nouwen fue siempre un escritor sorprendente. Ya hablé de él en una ocasión comentando un libro sobre el viacrucis. Ahora quiero compartir con ustedes uno de sus libros que acabo de leer por segunda vez desde un tono diferente que hace muchos años, cuando llegó a mis manos recién salido de la imprenta.
El libro «¿PUEDES BEBER ESTE CÁLIZ?» es un libro de espiritualidad tan denso como breve; un libro que igual se puede leer de corrido o usarse para meditar por pequeñas frases. Nouwen va adentrándonos en la lectura del mismo sin rodeos y sin cortapisas, a partir de una pregunta personal e íntima, que el mismo intenta responder en estas letras.
Escrito durante el tiempo en el que Henri vivió dentro de la "Comunidad del Arca" como voluntario y de la que quedó fuerte e interiormente ligado a través de las innumerables experiencias de dedicación y entrega de los miembros de la misma.
La "Comunidad del Arca" es un centro dedicado a la atención de personas con diferentes deficiencias de diversa patología que o bien no pueden, física o económicamente, o no quieren ser atendidos por sus respectivas familias. Toda la dedicación es poca, pues las necesidades son muchas; pero lo más impresionante es la abnegada entrega de los que allí trabajan, aunque, como ellos mismos dicen: "es mucho más lo que se recibe a cambio".
El libro, pues, es fruto de las muchas experiencias vividas por el autor durante el tiempo que permaneció allí. La lectura nos lleva desde el día en que se ordenó sacerdote hasta casi llegar al día en que celebraría su XL Aniversario de Ordenación Sacerdotal.
Él dice que desde aquel día de su ordenación, sigue escuchando la misma pregunta de Jesús: «¿PUEDES BEBER ESTE CÁLIZ?» y nos comparte que cada día busca re-estrenar la respuesta.
Henri pretende conseguir que la pregunta de Jesús atraviese nuestros corazones para que así pueda haber en ellos una respuesta personal y nos propone esto:
1.- Tomar la copa. No basta con vivir la vida. Debemos saber lo que estamos viviendo. Una vida sobre la que no reflexionamos no vale la pena ser vivida. Mantener firmemente la copa es vivir nuestra propia vida, no la de otros, con sus gozos y sus sufrimientos. Como Jesús.
2.- Levantar la copa. Esto es sinónimo de compartir nuestra vida para celebrarla. En este momento juega un papel esencial la comunidad, es decir, esa asociación de personas sin importancia que juntas hacen a Dios visible en el mundo. Porque elevar la copa es ofrecer una bendición. Y normalmente, en comunidad, quien nos revela que nuestra copa es una copa de bendición es el más pequeño entre nosotros. Celebrar la vida es levantarla, hacerla visible a los demás, afirmarla en su concreción real y dar gracias por ella.
3.- Beber la copa. Este gesto nos hace dueños de lo que estamos viviendo. Es hacer nuestra e interiorizar plenamente nuestra existencia única, con todas sus penas y sus gozos. Es una manera de vivir con esperanza, con coraje y con confianza en nosotros mismos. La verdadera santidad consiste precisamente en esto: en apurar tu propia copa y en ser fuente de esperanza y de confianza para los demás; en vaciar la copa del dolor y del gozo para que Dios pueda llenarla de vida pura. Por eso, debemos beber la copa desde el silencio, pues en él nos enfrentamos a nuestro verdadero ser; con la ayuda de la palabra, pues no podemos vivir una vida espiritual en secreto, sin los demás; y desde la acción, pues solo así podremos apurar hasta el final la copa, dándonos a los otros. Lo que Dios nos llama a hacer podemos hacerlo y hacerlo bien.
¿Podemos beber la copa?
1.- Tomar la copa. No basta con vivir la vida. Debemos saber lo que estamos viviendo. Una vida sobre la que no reflexionamos no vale la pena ser vivida. Mantener firmemente la copa es vivir nuestra propia vida, no la de otros, con sus gozos y sus sufrimientos. Como Jesús.
2.- Levantar la copa. Esto es sinónimo de compartir nuestra vida para celebrarla. En este momento juega un papel esencial la comunidad, es decir, esa asociación de personas sin importancia que juntas hacen a Dios visible en el mundo. Porque elevar la copa es ofrecer una bendición. Y normalmente, en comunidad, quien nos revela que nuestra copa es una copa de bendición es el más pequeño entre nosotros. Celebrar la vida es levantarla, hacerla visible a los demás, afirmarla en su concreción real y dar gracias por ella.
3.- Beber la copa. Este gesto nos hace dueños de lo que estamos viviendo. Es hacer nuestra e interiorizar plenamente nuestra existencia única, con todas sus penas y sus gozos. Es una manera de vivir con esperanza, con coraje y con confianza en nosotros mismos. La verdadera santidad consiste precisamente en esto: en apurar tu propia copa y en ser fuente de esperanza y de confianza para los demás; en vaciar la copa del dolor y del gozo para que Dios pueda llenarla de vida pura. Por eso, debemos beber la copa desde el silencio, pues en él nos enfrentamos a nuestro verdadero ser; con la ayuda de la palabra, pues no podemos vivir una vida espiritual en secreto, sin los demás; y desde la acción, pues solo así podremos apurar hasta el final la copa, dándonos a los otros. Lo que Dios nos llama a hacer podemos hacerlo y hacerlo bien.
¿Podemos beber la copa?
Henri J. M. Nowen,
"¿Puedes beber este cáliz",
Editorial PPC,
Madrid 1996,
109 páginas.
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