domingo, 28 de febrero de 2016

Cápsula Bíblica 1836

El tema de las herencias, aparece en la Biblia en diversos sentidos. En el Antiguo Testamento heredar puede significar recibir por bondad de Dios, sin esfuerzo propio algo; por ejemplo, recibir en herencia la tierra de Canaan. También en sentido figurado, heredar puede significar recibir algo como consecuencia de las propias actitudes: heredar gloria, castigo, etc. Israel es herencia de Dios, es decir, Dios tiene derecho sobre Israel como algo muy suyo. También Canaán lo es: Dios tiene lazos especiales con la tierra que dio a su pueblo. En el Nuevo Testamento, como hijos de Dios, todos somos herederos, es decir vamos a recibir de nuestro Padre lo que él nos prometió; el todo es no rechazarlo con nuestro modo de vivir. En griego lo que se recibe en herencia se designa con la palabra «clero». En la Primera Carta del Apóstol San Pedro 5, 3 se denomina como «herencia» a la comunidad confiada a los Presbíteros: los cristianos son «herencia» de Dios, y Dios es su «heredad». Con el tiempo, la palabra «clero» quedó reservado al grupo de ministros ordenados (que reciben el sacramento del Orden) dentro de la comunidad.

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