Apenas hace poco el papa Francisco publicó su primer libro (es diferente de los documentos pontificios como magisterio) como pontífice: «EL NOMBRE DE DIOS ES MISERICORDIA», un libro-entrevista con fuerte tinte religioso, en el que el Santo Padre aboga por una Iglesia que sea expresión de la misericordia de Cristo para todos. El libro del Papa Francisco se encuentra ya entre los más vendidos y yo quedé algo más que fascinado con Él. Salió a la venta el 12 de enero en 86 países, traducido en 6 idiomas, con la tapa donde el mismo Papa escribe a mano el título del libro y lo leí por vez primera desde el mes de febrero mientras en Roma esperaba mi nombramiento como "misionero de la misericordia" antes de partir, como tal, a África en donde lo volví a leer. ¡Me lo bebí en un solo día la primera vez! y tengo que decir, de entrada, que no es un libro teórico ni de Teología. Es un libro de experiencia con el que el Papa Francisco quiere hacernos entrar, casi cogiéndonos de la mano, en el gran y confortante misterio de la misericordia de Dios.
«EL NOMBRE DE DIOS ES MISERICORDIA» es el primer libro propiamente como dicho del Papa Francisco, quien con palabras sencillas y directas, se dirige a todos los habitantes del planeta de manera coloquial entablando un diálogo íntimo y personal. En el centro de la obra, se halla el tema que más le interesa: la misericordia, que, desde sacerdote y aún antes, ha sido el eje fundamental de su testimonio y ahora de su pontificado. En cada página vibra el deseo de llegar a todas aquellos —creyentes o no— que buscan darle un sentido a la vida, un camino de paz y de reconciliación, una cura a las heridas físicas y espirituales. En primer lugar está esa humanidad inquieta y doliente que pide ser acogida y no rechazada: los pobres y los marginados, los presos y las prostitutas, pero también los desorientados y los que viven alejados de la fe, los homosexuales y los divorciados.
«EL NOMBRE DE DIOS ES MISERICORDIA» es el primer libro propiamente como dicho del Papa Francisco, quien con palabras sencillas y directas, se dirige a todos los habitantes del planeta de manera coloquial entablando un diálogo íntimo y personal. En el centro de la obra, se halla el tema que más le interesa: la misericordia, que, desde sacerdote y aún antes, ha sido el eje fundamental de su testimonio y ahora de su pontificado. En cada página vibra el deseo de llegar a todas aquellos —creyentes o no— que buscan darle un sentido a la vida, un camino de paz y de reconciliación, una cura a las heridas físicas y espirituales. En primer lugar está esa humanidad inquieta y doliente que pide ser acogida y no rechazada: los pobres y los marginados, los presos y las prostitutas, pero también los desorientados y los que viven alejados de la fe, los homosexuales y los divorciados.
En la publicación, basada en una entrevista realizada por el vaticanista italiano Andrea Tornielli, el Papa cuenta anécdotas y numerosos recuerdos personales. En 120 páginas el Papa Francisco habla con el experto del diario La Stampa de temas sencillos y también de temas controversiales. El Papa explica en él las razones de un Año Santo extraordinario que ha deseado intensamente y del que por gracia de Dios a mi me ha tocado ser parte viva al ser nombrado por Él como misionero de la misericordia. Entre otras cosas, el Papa recuerda a un sacerdote confesor que le hizo experimentar a los 17 años la misericordia de Dios y cuando murió de leucemia lloró todo el día sintiendo haber perdido un padre. Así el Papa presenta en cada página, el rostro del Dios de la misericordia, el Padre que toca los corazones y que busca incansablemente alcanzarnos para donarnos su amor y su perdón. Busca toda rendija, toda fisura en nuestro corazón para alcanzarnos con su gracia.
A Dios le basta una mínima rendija y, si falta la fuerza para dar el paso hacia él, basta el deseo de darlo, porque la acción de la Gracia puede tomar la iniciativa. Esta humanidad necesitada de misericordia, esclava y enferma de tantas maneras sabe que lo necesita y encontrarla le da nueva vida. Sin ignorar las cuestiones éticas y teológicas, el Papa rebate que la Iglesia no puede cerrar la puerta a nadie; por el contrario, la tarea del pueblo de Dios es adentrarse en las conciencias para abrir rendijas a la hora de asumir responsabilidad y alejar el mal realizado. En la franqueza de la conversación, Francisco no se sustrae tampoco de afrontar el vínculo de la relación entre misericordia, justicia y corrupción y nos recuerda: «También el Papa es un hombre que necesita la misericordia de Dios». «La misericordia es el primer atributo de Dios. Es el nombre de Dios. No hay situaciones de las que no podamos salir, no estamos condenados a hundirnos en arenas movedizas.»
Yo intuí, desde las primeras líneas, que el Papa escribía en particular, a los confesores. Él dice: “Los confesores no deben tener curiosidad; la confesión no es un interrogatorio. Deben tener un diálogo de hermanos sintiéndose ellos también pecadores. Aunque no puedan absolver ciertos pecados, hay que acoger a la gente, escucharla y darle una bendición para que nadie se sienta rechazado”.
Después de leerlo y releerlo uno entiende que “El nombre de Dios es misericordia”, pero que también el nuestro debería serlo.
Papa Francisco (Jorge Bergoglio),
"El nombre de Dios es misericordia",
Ed. Planeta,
144 páginas.
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