Hasta hoy, solamente he publicado una sola entrada con música de Sergéi Sergéyevich Prokófiev, compositor ruso, nacido en 1891, y fallecido en 1953. Hoy va la segunda y se trata de una obra que inspiró a Shostakóvich a escribir su concierto para violonchelo n.º 1.
La «Sinfonía Concertante en mi menor, Op. 125» de Prokófiev, es una obra de gran escala para violonchelo y orquesta. El compositor la dedicó al violonchelista Mstislav Rostropóvich, quien la estrenó el 18 de febrero de 1952.1 Tras esta primera ejecución (bajo el título de Concierto para violonchelo Nº 2), fue revisada y renombrada a su denominación actual. Por sí misma, esta pieza es una versión revisada de su anterior Concierto para violonchelo Op.58, escrito en agosto de 1933.
La pieza, con 40 minutos de duración aproximadamente, consta de tres movimientos:
Andante (11 minutos).
Allegro (18 minutos).
Andante con moto - Allegretto - Allegro marcato (11 minutos).
Aunque la sinfonía-concierto se cuela en estos tres movimientos convencionales, sus proporciones son inusuales: los movimientos externos son iguales en duración, mientras que el movimiento central es un complejo Scherzo repleto de ideas locas y una cadencia extendida emocionante, con sus ritmos maníacos y choques de la orquestación
Aunque la sinfonía-concierto se cuela en estos tres movimientos convencionales, sus proporciones son inusuales: los movimientos externos son iguales en duración, mientras que el movimiento central es un complejo Scherzo repleto de ideas locas y una cadencia extendida emocionante, con sus ritmos maníacos y choques de la orquestación
La «Sinfonía Concertante en mi menor, Op. 125» hace que el oyente experimente —si pone la debida atención a la música— el nivel de conflicto externo e interno que el compositor estaba atravesando en el momento de su composición en 1952, cerca del final de su vida. Prokofiev había sufrido bajo la censura del régimen soviético en las últimas décadas de su vida y había trabajado duro para mantener su integridad artística, evitando ofender la delicada sensibilidad estética de las autoridades. Es, con todo, una obra atractiva, llena de energía y de la idiosincrasia de Prokofiev.
Dmitri Shostakóvich dedicó su concierto a Rostropóvich, igual que Prokófiev hizo con esta obra. Los invito a escucharla y ver la interpretación con tres distintas orquestas:
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