domingo, 23 de abril de 2017

«Segundo Cuarteto de cuerda»... De Borodín a su esposa

De Aleksandr Porfírievich Borodín (1833-1887) les invito a disfrutar este Domingo su «Segundo Cuarteto de cuerdas», dedicado por Borodín a su esposa, como evocación de los tiempos en que ambos se conocieron en Heidelberg (Alemania).

El Rey sin corona de la música de cámara sigue siendo el Cuarteto de Cuerda. Y esta obra es una excelente muestra de este tipo de música con un fuerte contenido emocional. El protagonismo corresponde al primer violín y al violonchelo. Y prácticamente son estos instrumentos los encargados de ir llevando los diversos temas que componen la obra, mientras los dos restantes, el segundo violín y la viola, hacen siempre funciones de acompañamiento.

No podemos olvidar que Borodin era, en realidad, químico. Y además, un químico de los mejores de su época, que se formó en los mejores laboratorios occidentales, como Heidelberg, por ejemplo. Él descubrió (y describió) una serie de reacciones y procedimientos químicos en el campo de los aldehídos, reacciones y procedimientos químicos que hoy llevan el nombre de otros químicos franceses o alemanes… es lo que tenía investigar en la apartada Rusia del Siglo XIX: lo que ocurría allá apenas tenía repercusión donde de verdad se cocía la ciencia del momento.

Pero Borodin, además era un elegante, filántropo, bohemio y una especie de «compositor dominical», como se refería con sorna a sí mismo. Sus obligaciones durante el resto de la semana le impedían dedicarse a su pasión: apenas podía tocar el violonchelo con sus amigos, con lo que le gustaba, y menos aún componer. Como consecuencia, su producción musical es patéticamente escasa: un par de preciosas (y muy rusas, por cierto) sinfonías, una tercera sinfonía incompleta, pues falleció antes de poder terminarla, que fue rematada y orquestada por Glazunov, una ópera (pero ¡qué opera!: El Príncipe Igor (De la que algún día hablaré), que es uno de los iconos de la ópera rusa, por no decir el icono), que también dejó inconclusa a su muerte y que fue terminada también por Glazunov y por otro de los integrantes de los Cinco: Nikolai Rimsky-Korsakoff, un poema sinfónico (el antes mencionado En las Estepas de Asia Central), un par de cuartetos de cuerda, un par de quintetos, una sonata… Y algo más.

Nuestro buen químico —quizás debido precisamente a su profesión— como buen intelectual, se interesó mucho en la música per se, como vehículo para expresar sus emociones. Sus dos cuartetos de cuerda son maravillosos: emotivos, vibrantes, seductores… quizá el número 1 sea más del agrado de la crítica, yo hablaré ahora del segundo, sin haber presentado antes el primero, lo haré en otra ocasión porque me gusta más el número 2. Además, en este Cuarteto compuesto en 1881, está el Nocturno, una de las músicas más líricas y evocadoras que conozco (y de las más conocidas de la música de cámara). Sí, el «Nocturno» es el fragmento más popular de este Cuarteto y ha sido objeto de numerosos arreglos para todo tipo de formaciones vocales e instrumentales. El tema principal es presentado por el violonchelo, sostenido por un acompañamiento de acordes a cargo de violines y viola, acompañamiento que varía en cada exposición del tema. De esta forma se evita la monotonía y se enriquecen las texturas. La sección central posee un entramado más complejo y en ella toman protagonismo materiales provenientes de temas secundarios. Finalmente, se produce una reexposición del tema principal a cargo del primer violín.

Espero disfruten esta hermosa y emotiva pieza:


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