El Cuarteto para cuerdas No. 1 de Bedřich Smetana (1824-1884) es una obra muy interesante cuya composición responde a una concepción estética que no sigue ni guión ni libreto alguno y no tiene referencias narrativas explícitas más allá de la propia dramaturgia que dibuja su forma. Al utilizar el cuarteto de cuerda (dos violines, viola y violonchelo), Smetana fue un auténtico pionero, ya que ninguna obra original del género había sido compuesta en su integridad como ilustración musical de un programa narrativo preconcebido. Lo interesante es que Bedřich Smetana, al contrario de lo que había hecho en sus grandes poemas sinfónicos, no vuelca en este cuarteto ninguna epopeya checa, ninguna historia bohemia ni algún canto nacional. El guión que narra esta música no es otro que la historia de su propia vida, desde la juventud hasta la madurez, definiendo este género como el medio musical idóneo para la catarsis más íntima y personal de los sentimientos y las vivencias de su compositor. Cosa que no fue expliada por él mismo hasta tiempo después de su publicación. En el epistolario del compositor encontramos una detallada explicación de la secuencia narrativa de la obra: el primer movimiento es una nostalgia de su juventud, su amor por el arte, su ambición creadora y la desasosegada intuición del drama e infelicidad que le esperarían en su madurez. El segundo tiempo describe el vendaval de la juventud en la que el compositor se describe a sí mismo como un bailarín incansable. El tercer movimiento toca el emocionante recuerdo del impacto causado por su primer amor, la que años más tarde fue su esposa y, finalmente, el último movimiento representa la toma de conciencia por parte de un Bedřich adulto con la fuerza real de la música checa como aglutinadora de la conciencia nacional, constatando con satisfacción que el camino elegido, de compromiso con su cultura y su patria, es el camino del éxito…. hasta que irrumpen brutalmente la enfermedad y la sordera que, junto a la depresión que genera la desesperante evidencia de que su salud no mejorará, acaban por provocar el más desgarrado de los dolores y la catástrofe final.
La escritura casi rapsódica del turbulento primer tiempo, las festivas danzas del segundo, las amorosas melodías del tercero e incluso esa nota agudísima del finale, nos llevan a conocer más al compositor. Es interesantísimo observar cómo este es uno de los primeros y escasos cuartetos en los que no hay repeticiones, a pesar de seguir formas de composición —como la sonata— que sí suelen usarlas. La diversidad tonal que utiliza en todos los movimientos, cambiando constantemente de tonalidad y transitando movimiento a movimiento por universos sonoros completamente dispares, es una herramienta muy expresiva.
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