Julián Carrillo fue un compositor mexicano, que nació el 28 de enero de 1875 y murió el 9 de septiembre de 1965. Carrillo es conocido sobre todo por su trabajo teórico y práctico en la llamada «microtonalidad». Julián Carrillo nació con un oído capaz de captar y distinguir ciertos sonidos que para el común de la gente son inaudibles. Durante su infancia, Carrillo jugaba a tensar el cordón de su zapato cerca de la oreja, y percutirlo con el dedo índice por largos espacios de tiempo. Si le preguntaban qué hacía, él contestaba: «ruiditos». Ruiditos que sólo él, entre muchos, podía escuchar. «Microtonos», partículas de tono, vibraciones sonoras distintas a las que culturalmente hemos aprendido a percibir y diferenciar en la música. Juliancito poseía también, sin saberlo, un gran razonamiento científico e intuición para reconocer los hechos naturales; cosas que se conjugaron en el azar para que, décadas después, creara el procedimiento apropiado para la obtención de nuevos intervalos musicales.
Desde pequeño, Julián formó parte del coro del templo de Ahualulco, y a raíz de ello, en 1885, fue recomendado por el director de su pueblo para ir a estudiar música en la capital de su estado de San Luis Potosí. Las dificultades económicas lo obligaron a abandonar la primaria, que había empezado a estudiar, pero no dejó sus estudios de violín y aprendió a tocarlo muy rápidamente. Diez años después llegó a Ciudad de México a estudiar en el Conservatorio Nacional de Música, y allí, en la clase de física, matemáticas y acústica, materias con las que no estaba familiarizado, estudió las leyes de la producción de los armónicos naturales. Carrillo experimentó con las cuerdas de su violín y no tardó en darse cuenta de que los dedos no eran suficiente herramienta para dividir la octava, por lo tanto suplantó los dedos por el filo de una navaja, para escuchar los armónicos que producía la cuerda en segmentos cada vez más cortos, llegando a producir dieciséis sonidos claramente distinguibles entre el Sol y el La. Era 13 de julio de 1895, y en ese instante de síntesis epistemológica, nacía la teoría del sonido13.Carrillo modificaba la escala cromática de doce sonidos utilizada hasta ese momento, la llamada "escala temperada", una convención cultural físicamente inexacta, pero que sirvió para el gran aporte de la música occidental al mundo: la polifonía.
Así descubrió la «microtonalidad», algo que le llegó por suerte a Julián en ese año de 1895, cuando estando en una clase de acústica, escuchando a su profesor hablar de cómo el hecho de dividir una cuerda iba dando los armónicos de la misma hizo que naciera en él, el deseo de experimentar con su violín nuevos sonidos. Carrillo planteaba que se enseña una teoría que no tiene sistema musical y se practica un sistema musical que no tiene teoría. Este músico mexicano de estudios de primaria inconclusos, fue un gran investigador además de compositor. Entre la infinidad de premios y reconocimientos que ganó a lo largo de su vida, estuvo nominado al Nobel de física en 1950 por sus experimentos realizados en la Universidad de Nueva York sobre la rectificación de la ley del nodo; el Nobel de ese año lo recibió el inglés Cecil Frank Powell, nada más y nada menos que por el descubrimiento de una partícula subatómica pesada llamada Pión.
«Preludio a Colón» es una obra para soprano, cuarteto de cuerda, flauta, guitarra de cuarto de tono y arpa de dieciséis tonos. Se trata de una pieza compuesta por Julián Carrillo en 1922. El título está relacionado con las propuestas del método de empleo de la mencionada microtonalidad (unidades de una escala musical no tradicional, cuya magnitud es menor al semitono) llamada «El Sonido 13 de Carrillo». Esta obra es sumamente importante, pues se trata de la primera composición de Carrillo para demostrar sus teorías musicales.
Dedicada al gran navegante español que descubriera América, «Preludio a Colón» describe las impresiones de espanto, de asombro y alegría obtenidas que se experimentan al develar el misterio de un universo nuevo. El arpa de dieciseisavos de tono, la flauta de cuartos de tono y el cuarteto de cuerdas, crean una atmósfera sonora en la cual se desenvuelve la voz en delicados arabescos escritos en cuartos de tono. La obra se estrenó el 15 de febrero de 1925 en México, en el primer concierto que hubo en el mundo, con esta nueva música y durante el cual se descubrieron las enormes posibilidades emocionales del arpa en dieciseisavos de tono. Meses más tarde se tocaron en Nueva York y Filadelfia, bajo la dirección de Leopoldo Stokowski, con enorme éxito, varias obras de Julián Carrillo, entre ellas un Concertino para pequeño conjunto instrumental con acompañamiento de orquesta sinfónica. «Preludio a Colón» fue grabada por primera vez en Columbia Records en 1933 por Ángel Reyes, principal violinista del Grupo Sonido 13 de La Habana, y fue dirigida personalmente por el autor, en la nueva sala de la UNESCO en París, en 1958, ante un entusiasta auditorio de varias partes del mundo.
Julián Carrillo es señalado como el primer innovador de capital importancia que haya producido América en el campo musical, esto según el Diccionario Oxford de la música. Carrillo destierra el gatuperio de llaves, notas, pautas, transposiciones y accidentes de la escritura tradicional, en un afán democratizador de los estudios de música. Al emplear números como signos gráfico musicales, se incluyó la escritura de la música en la cultura general, pues en vez de emplear signos esotéricos, bastan doce números del cero al once.
Carrillo defendió siempre la idea de hacer música netamente mexicana a partir de —como él la llamaba— su Revolución del Sonido 13. En algunos círculos se le considera uno de los precursores de la corriente nacionalista postrevolucionaria, aunque pertenecía a una vertiente enfrentada al grupo representante del oficialismo, liderado por Carlos Chávez. Este último defendía el indigenismo musical, buscando el carácter «auténticamente mexicano», y el grupo con el que se identificaba a Carrillo, menos politizado, el nacionalismo mestizo con influencia europea en el plano formal y armónico. Hoy día, cuando sufrimos el embate arrollador neoliberal, que borra las diferencias en función del mercado y en perjuicio de las culturas nacionales, Julián Carrillo no puede ni debe dejarse de lado. La continuación de su obra es un desafío y un imperativo para la academia musical mexicana, y una clara defensa de nuestro acervo cultural.
Les invito a escuchar «Preludio a Colón» y a ver por qué el nombre de Julián Carrillo en calles, plazas, o en la Rotonda de los Hombres Ilustres no es suficiente. Lo sería, apenas, el seguimiento de su obra artística y científica por la gran aportación social de la trunca revolución del Sonido 13, potencial pivote de transformaciones profundas. ¡Ya presentaré más adelante más música de él!
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