viernes, 29 de abril de 2011

Cápsula Bíblica 75

Lo único que se sabe del profeta NAHÚM es  lo que el propio libro aporta: que nació en Elcos (1,1). Su actividad parece corresponder al período entre el 663 y el 612 a.C. De las tres partes en que puede dividirse su libro, la primera (1,2–10) se presenta en forma alfabética: hasta el v. 8, la letra inicial de cada verso sigue el orden del alefato hebreo. El texto canta aquí la gloria de Yahveh, el «Dios celoso y vengador», cuyo poder supera a cualquier poder humano y aun a las más violentas manifestaciones de la naturaleza (1,3b-6). El Dios de Israel, protegerá a los suyos y los librará de sus enemigos los asirios (1,8–10); él, que es el Señor de la historia y tiene en sus manos el destino de las naciones, «consumirá a sus adversarios» (1,8) y hará que cambie la suerte de Judá y de Israel. Los siguientes versículos (1,11–15) son un pasaje de transición en el que se entremezclan las promesas de paz y restauración dirigidas al pueblo elegido, con la amenaza de los males terribles que han de caer sobre Nínive. Por último, en la tercera sección (2,1–3,19), NAHÚM describe con acentos patéticos el asalto a la ciudad odiada, la cual ha de arrastrar en su derrota el hundimiento definitivo del imperio asirio. Ahora el ritmo poético del lenguaje, el dramatismo de sus metáforas y la sonoridad de sus palabras evocan el rodar de los carros de guerra, el galopar de los caballos y el furioso fragor de la batalla. Y hasta parece escucharse, como brotando de ese fondo de desastre y de muerte, el clamor victorioso del pueblo de Dios.

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