sábado, 30 de abril de 2011

Cápsula Bíblica 76

En torno al año 750, cuando Amós terminaba su ministerio, profetizó en Israel OSEAS, hijo de Beerí, originario del Reino del Norte; él fue testigo de los mismos males que vio Amós en Israel (injusticia social, idolatría, olvido de Dios, falsa seguridad religiosa…), porque predicó al final del ocaso del reinado de Jeroboam II. El libro de OSEAS está compuesto de dos secciones: La primera (caps. 1–3) se caracteriza por su unidad temática. La segunda, de contenido más heterogéneo, abarca el resto del libro (caps. 4–14). La literatura de Oseas es apasionada, llena de vehemencia. En ella, más que en la de ningún otro profeta, se revelan intensos y mezclados sentimientos de amor y de ira, de esperanza y desilusión. La indiferencia de Israel y su rebeldía frente a las manifestaciones de la paciencia y la misericordia de Dios se resuelven en un lenguaje sumario, conciso, construido con frases tan cortas y rápidas que a veces resulta oscuro y de traducción difícil e insegura. La profecía de OSEAS es un ataque frontal contra los pecados cometidos por el pueblo, que ha pecado siendo infiel a Yahveh y ha adorado los ídolos de dioses ajenos. Israel se ha hecho así merecedor de castigo; sin embargo, el Señor no le ha cerrado su corazón, porque sigue amándolo y cuidando de él (2,19–20). Otra vez el Señor lo llevará al desierto (2,14) y le dará por morada tiendas de campaña (12,9), y allí le dirá: «Tú eres mi pueblo», e Israel le responderá: «Dios mío» (2,23).

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