viernes, 21 de febrero de 2014

Cápsula Bíblica 1101


Uno de los libros más simpáticos del Antiguo testamento es el libro de Jonás. Su enseñanza señala una de las cumbres del Antiguo Testamento, porque rompiendo con el particularismo en el que se veía tentada a encerrarse la comunidad postexílica, predica un universalismo extraordinariamente abierto. En esta historia todo el mundo es simpático: los marinos paganos del naufragio, el rey, los habitantes y hasta los animales de Nínive; todo el mundo, excepto el único israelita que entra en escena, ¡y éste es un profeta: Jonás! Dios será indulgente con su profeta rebelde, pero, sobre todo, su misericordia se extiende aun al enemigo más vilipendiado de Israel. Al leer Jonás, nos situamos a un paso del Nuevo Testamento: Dios no es solamente el Dios de los judíos, es también el Dios de los paganos, porque no hay más que un solo Dios. Nuestro Señor pondrá como ejemplo la conversión de los ninivitas, y Mt 12 40 verá en Jonás, encerrado en el vientre de la ballena, la figura de la permanencia de Cristo en el sepulcro. 

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