La Biblia es la Palabra de Dios que nos conduce a Jesucristo y que nos guía al encuentro con el Padre en el Espíritu Santo. Los escritos y las vidas de los santos Padres de la Iglesia nos llevan a entender con mayor profundidad la Palabra de Dios y la vida según el Espíritu de Dios. Son como una fuente de agua clara y fresca en la montaña, pero, ¿quienes son los santos Padres?
En el uso de la Biblia y de la antigüedad cristiana, la palabra «Padre» se aplicaba en un sentido espiritual a los maestros. San Pablo dice a los Corintios: «Aunque tengn diez mil preceptores en Cristo, no tienen muchos padres, porque sólo yo los he engendrado en Jesucristo por medio del Evangelio» Como el oficio de enseñar incumbía a los obispos, el título de «Padre» fue aplicado originariamente a ellos. En el siglo IV, el concepto de «Padre» se amplió bastante. Sobre todo, el nombre se empezó a usar en plural—«los Padres», «los Padres antiguos», «los Santos Padres»—, y se reservó para designar a un grupo más o menos circunscrito de personajes eclesiásticos cuya autoridad es decisiva en materia de doctrina. Lo verdaderamente importante no es la afirmación hecha por uno u otro aisladamente, sino la concordancia de varios en algún punto de la doctrina católica.
Los Padres son testigos privilegiados de la Tradición de la Iglesia. Los Padres nos han transmitido un método teológico que es a la vez luminoso y seguro. Los escritos de los Padres ofrecen una riqueza cultural y apostólica, que hace de ellos los grandes maestros de la Iglesia de ayer, de hoy y de siempre. Los escritos de estos autores constituyen un verdadero tesoro de la Iglesia; un tesoro cuyo conocimiento y disfrute no debería quedar reservado a unos pocos, ya que es patrimonio de todos los cristianos.
Los Padres de la Iglesia nos transmiten, con sus comentarios y escritos, la doctrina viva que predicó Jesucristo, transmitida sin interrupción por los Apóstoles a sus sucesores, los obispos. Por su cercanía a aquel tiempo, el testimonio de los Padres goza de especial valor y me encontré un libro que me parece fantástico para que leyéndolo, estudiándolo y meditándolo, ya sea de manera individual o en grupo, nos ayude a seguir creciendo en la fe de la Iglesia que nos gloriamos de profesar.
Mañana cumplo 25 años de haber recibido la Ordenación Sacerdotal, y, entre tantas cosas que por el ministerio he realizado durante estos 25 años, además de la celebración de la Santa Misa y el dispensar los sacramentos, está la predicación. Los Padres de la Iglesia predicaban con la mirada puesta en las necesidades de los fieles, que en gran medida son las mismas ayer que hoy; por eso se nos muestran como maestros de vida espiritual y apostólica y constituyen para mí y para todos, un ejemplo luminoso de la fuerza del mensaje cristiano, que ha de «inculturarse» y «re-estrenarse» en todo tiempo y lugar, sin perder por ello su mordiente y su originalidad.
«CAMINAR CON LOS PADRES DE LA IGLESIA» viene a alimentar nuestra fe y fortalecer nuestra relación con Dios. Nuestra Iglesia Católica tiene casi dos mil años de historia. Durante tan largo tiempo millones de hombres y mujeres bautizados en Cristo han vivido la nueva vida de la santidad.
La mayor parte de estos Padres de la Iglesia vivieron en los primeros siglos del cristianismo, ya hace más de mil o dos mil años. Son importantes por su ejemplo de vida cristiana y sus profundas reflexiones sobre la Palabra de Dios y las consecuencias que acarrea. Pueden por eso todavía animarnos y enseñarnos muchas cosas importantes.
El autor y su equipo de apoyo se dirige, desde Nicaragua, a todo cristiano deseoso de profundizar su conocimiento de nuestra fe en Jesucristo, pues se puede aplicar en cualquier parte del mundo. Es un libro para cristianos que buscan un sólido alimento espiritual y desean mejorar su relación con nuestro buen Dios y dar testimonio de su Reino de vida, amor y justicia.
De antemano digo que no es propiamente un libro para leerse de corrido, sino para saborearlo con frecuencia y en forma meditativa, dejándolo conducirnos a la oración. Nuestra oración nos llevará entonces a comprometernos más con Dios y con la misión de la Iglesia, de esta nuestra Iglesia esparcida por los cinco continentes.
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