El beato Dom Columba Marmion (1858-1923) fue un monje irlandés, sacerdote y tercer abad de la Abadía de Maredsous.
Beatificado el 3 de septiembre de 2000 por san Juan Pablo II le hizo exclamar: "Dom Marmion nos legó un auténtico tesoro de doctrina espiritual para la Iglesia de nuestro tiempo. En sus escritos enseña un camino de santidad, sencillo pero exigente, para todos los fieles, a quienes Dios ha destinado por amor a ser sus hijos adoptivos en Cristo Jesús (cf. Efesios 1, 5). Jesucristo, nuestro Redentor y fuente de toda gracia, es el centro de nuestra vida espiritual, nuestro modelo de santidad... A lo largo de toda su vida fue un excepcional director espiritual, que prestó atención especial a la vida interior de los sacerdotes y los religiosos. A un joven que se preparaba para la ordenación le escribió: «La mejor preparación para el sacerdocio es vivir a diario con amor donde la obediencia y la Providencia nos ponen» (Carta del 27 de diciembre de 1915)”. Ojalá que un amplio redescubrimiento de los escritos espirituales del beato Columba Marmion ayude a los sacerdotes, a los religiosos y a los laicos a crecer en su unión con Cristo y a dar testimonio fiel de él con amor ardiente a Dios y un servicio generoso a sus hermanos y hermanas".
Estamos iniciando el tiempo del Adviento y, al mismo tiempo, la apertura del «Año de la Vida Consagrada». Me parece una muy buena oportunidad para acercarnos más a Cristo, el Mesiás anunciado desde antiguo, nuestro Salvador, el Dios que viene a nuestro encuentro. En 1917, Dom Columb Marmión publicó por primera vez este libro que recomiendo ampliamente y que leí por primera vez hace muchos años en casa de mis padres: «JESUCRISTO, IDEAL DEL ALMA». Es sin duda, un clásico moderno en el campo de la espiritualidad, una maravilla. . ¡No dejen de leerlo!
La Sinfonía n.º 1 en do mayor, op. 21, es la primera de las nueve sinfonías de Ludwig van Beethoven de quien ya he presentado aquí mucha música. Es una obra compuesta en Viena entre los años 1799 y 1800 y dedicada al barón Van Swieten, melómano y amigo de Wolfgang Amadeus Mozart.
La obra que les invito a escuchar esta semana, está escrita para una orquesta formada por cuerdas, dos flautas, dos oboes, dos clarinetes, dos fagotes, dos trompas, dos trompetas y percusión. Se estrenó el 2 de abril de 1800 en el Burgtheater de Viena.
A pesar de que tiene una estructura muy clásica, la obra fue criticada por su aspecto innovador: la obertura no comenzaba con la tonalidad principal (do mayor), decían que tenía numerosas modulaciones, que el tercer movimiento (falsamente titulado Menuetto) era demasiado rápido, etc. Se le achacaban demasiadas similitudes con la Sinfonía n.º 41 (Júpiter) de Mozart o con otras sinfonías de Haydn. "Una caricatura de Haydn llevada hasta el absurdo." Este fue el comentario de un crítico con respecto a la Sinfonía cuando el compositor la presentó en su primer concierto de gran escala en Viena. Se desconoce la reacción de Beethoven ante la dureza de semejante crítica, pero la comparación inevitable con Haydn debió de haberle irritado.
Haydn había sido maestro de Beethoven así como su principal influencia y los años próximos al 1800 estuvieron marcados por la lucha por superar esta influencia y establecer su propio estilo y su propia carrera. Haydn, reconociendo el genio y el potencial de su discípulo, le había pedido que se designara como "alumno de Haydn". El joven y testarudo compositor, sintiendo que Haydn le envidiaba, se negó, aunque si bien la Primera Sinfonía de Beethoven no suena exactamente como si hubiera podido ser escrita por Haydn, Ludwig jamás habría logrado un ingreso tan favorable en las filas de los sinfonistas sin una comprensión profunda de lo que Haydn había logrado en sus propias sinfonías, a pesar de que incluso hablaba mal del que había sido su maestro. Sin embargo después del fallecimiento de Haydn en 1809, Beethoven dejó de hacer comentarios despectivos y no expresó sino admiración por el compositor cuya música había contribuido a dar forma a la propia.
Beethoven alguna vez le llevaba piezas musicales para que las criticara, pero el joven, a su vez, apreciaba o se molestaba con estas críticas. Beethoven respetaba a su colega mayor, pero se sentía potencialmente en competencia con él. Esta sensación de rivalidad emergió alrededor de 1800, cuando Beethoven ya no se contentaba con ser un compositor de tríos y sonatas al estilo de Haydn. Desafió abiertamente la reputación de este como el más grande compositor viviente, cuando presentó al público su Primera Sinfonía. Hoy en día es difícil apreciar la audacia de la Primera Sinfonía. Comparada con la poderosa Heroica, la Sinfonía en Do mayor parece mansa. Pero para el auditorio de fines de siglo sugería una aterradora y novedosa visión de la música como un arte de emociones desbordantes más que un adorno social. Seguramente, algunas obras de Mozart y Haydn ya habían superado la emocionalidad de la Primera, pero su música más popular no eran las piezas del tipo Sturm und Drang ("tormenta y tensión"), sino más bien sus primas más elegantemente refinadas y clásicas.
La novedad radical de algunas características de la Primera Sinfonía no pasó inadvertida a los primeros que la escucharon. En el primerísimo acorde los oídos contemporáneos bien pueden haber percibido el amanecer de una nueva era. En el 1800 virtualmente no existían antecedentes de una sinfonía que se iniciara con una disonancia; aun más audaz era el hecho de no empezar, como dije ya, en el tono indicado de Do mayor, sino más bien con una sugerencia de Fa mayor. La orquestación –cuerdas en pizzicato que añaden el giro mordaz al comienzo de cada acorde de los vientos– se suma a la novedad del pasaje. Desde este comienzo dramático la música inicia un camino inexorable e intenso hacia el allegro, que llega con un enorme sentido de resolución en Do mayor.
La pulsación de los timbales en el movimiento lento es absolutamente original y en la introducción al final los violines siguen ascendiendo por la misma escala, sin acompañamiento, alcanzando una nota más alta con cada ascenso sucesivo. Este gesto aparentemente simple raya en lo absurdo, lo que lo convierte en un contraste extremo con respecto al allegro sofisticado que viene a continuación, en el que la escala ascendente se convierte en un motivo omnipresente que llega a ser todo menos obvio. Se sabe que algunos directores de las primeras épocas hasta llegaron a omitir la introducción por temor a que el auditorio se riera. Pero mejor escúchenla ustedes mismos con varios directores y juzguen:
La Biblia nos enseña que Dios ama a todos por igual. Hay una expresión bíblica que se usa para indicar que Dios es imparcial incluso en sus juicios. Se dice que para Dios no hay «Acepción de personas» para indicar que Dios, como Padre y como juez, no tiene en cuenta privilegios ni distinciones sociales, de raza, sexo, nacionalidad, etc., y así deben actuar los hombres, los jueces y pueblo de Dios (Dt 1, 17; 16, 19; 2 Cro 19, 7; Sal 82 (81) 2; Pr 28, 21; Si 35, 13; 42, 1).
La Biblia es un conjunto de libros que hablan de realidades cotidianas y que van dejando una enseñanza en todo y desde todo. Por ejemplo en los animales e insectos. En la Biblia aparecen, por mencionar algunos de estos, las abejas, insectos himenópteros que ya eran conocidos y estudiados en aquellos tiempos como insectos salvajes. En la Escritura se mencionan siempre así, silvestres, lo mismo que la miel que producen (Si 11, 3; Mt 3, 4), pues parece que la apicultura no se daba como ocupación en los tiempos bíblicos. La Sagrada Escritura compara las abejas con los perseguidores y acuciosos (Dt 1, 44). Por ejemplo, Sansón comió y dio a sus padres de la miel de abejas que encontró en los restos de un león muerto, que el había matado, camino de Timná, cuando iba a casarse Jc 14, 8-9. “Miel de la peña” se llama al producto de las abejas en Dt 32, 13; Is 7, 18-19.
"Balam respondió a los siervos de Balac: «Aunque me diese Balac su casa llena de plata y de oro, no podría yo traspasar las órdenes de Yahvé, mi Dios, ni en poco ni en mucho" (Núm 22,18).
A los habitantes de "Colosas", San Pablo desde su encarcelamiento romano, les escribió una carta en el año 62. La comunidad de Colosas fue evangelizada durante el apostolado paulino en Efeso (Hch 18 y 19), que ocupó la mayor parte de la tercera misión del Apóstol. Los colosenses estaban amenazados por una herejía que unía elementos paganos, judíos y cristianos, lo que comprometía seriamente la pureza de la fe cristiana que considera a Cristo como mediador único del plan divino de salvación. San Pablo les dirá que Cristo es el mediador único universal entre Dios y el mundo creado.
Canaán fue un antiguo nombre de Palestina. Los cananeos eran los habitantes de esa tierra. Los «reyes de Canaán» eran los poderosos de aquel país, los que oprimían a los pequeños. Los cananeos terminaron siendo vencidos por los israelitas. En tiempos del Nuevo Testamento, la Biblia nos deja entrever que ya no había cananeos en el país. Cuando Mt 15, 22 llama cananea a una mujer siro-fenicia (Mc 7, 26), es para dar a entender que ella no tenía nada de judía. El Apóstol Simón es llamado cananeo en el texto griego de Mt 10, 4 y de Mc 3, 18. Algunas traducciones lo presentan como zelota. Y tienen razón, porque ahí, cananeo no quiere decir de Canaán o de la ciudad de Caná, sino que corresponde a una palabra aramea que significa celoso.
"Pues temo que cuando vaya no los halle cual querría y no me hallen ustedes cual querrían; temo que haya contiendas, envidias, iras, ambiciones, detracciones, murmuraciones, engreimientos, sediciones" (2 Cor 12,20).
El pueblo de Israel –según nos narra la Biblia– fue maltratado y hasta vencido por varios pueblos a lo largo de su historia. Pero una nación se convirtió para Israel en símbolo de maldad, porque no sólo agredió al pueblo, sino que le quitó lo que consideraba más sagrado: la ciudad santa de Jerusalén y el Templo. Esta nación fue Babilonia. Por eso, Babilonia en la Biblia, se convirtió en símbolo de fuerza del mal, en opresora, en enemigo. A nuestro pueblo cristiano también muchas «Babilonias» modernas le quieren arrebatar lo más preciado. Luchemos con oración y sacrificio y no dejemos que esta guerra del mal arrebate lo que Dios nos ha dado: La presencia real de Jesús en la Eucaristía, el amor a María, la devoción a los santos para imitarlos, la unidad en torno al Papa... ¡hay mucho qué defender!
Se conoce como género apocalíptico a un conjunto de expresiones literarias surgidas en la cultura hebrea y cristiana durante el período helénico y romano (siglos II y I a.C. y siglos I hasta mediados del siglo II) y que expresan, por medio de símbolos y complejas metáforas, la situación de sufrimiento del pueblo judío o de los seguidores de Cristo y su esperanza en una intervención mesiánica salvadora, especialmente en la Parusía o segunda venida de Cristo.Además del Apocalipsis, hay en la Biblia otros textos escritos en este mismo estilo apocalíptico, como Isaías del 24 al 27; Daniel del 7 al 12; Zacarías del 12 al 14; Marcos 13.
Abdías fue un profeta del Antiguo Testamento que escribió el libro que en la Biblia lleva su nombre antes de la conquista de Edom en el año 312 a.C. Este libro consta solamente de 21 versículos y aborda el problema de la solidaridad de los más pobres contra un opresor más fuerte. (Gén 25, 17-28; 2 R 8, 20-22; Ez 35, 4). Es de gran utilidad leer este libro sobre todo en la primera parte del tiempo del Adviento, en donde se nos invita a analizar nuestra vida para estar preparados a la segunda venida de nuestro Salvador.
Hoy quiero hablar de una de las obras maestras de espiritualidad que ha llegado hasta nuestra época. Un compendio preciso y profundo —pero muy accesible— de las principales fases que las almas suelen atravesar en su relación con Dios. Un libro que, habiendo sido escrito hace algunos años —bastantes, diría la gente joven— es de una actualidad impresionante.
Esta obra vio la luz, por primera vez, en 1938, fruto del saber enciclopédico del autor, de su experiencia personal y pastoral en la vida interior y de veinte años de docencia sobre esta materia, y fue una de las obras que más contribuyó a fundar la teología espiritual como disciplina plenamente teológica. El fin de la obra es establecer con rigor la tesis por él sostenida de la necesidad moral de la contemplación infusa de los misterios de la fe para alcanzar la santidad, al menos en la mayoría. La obra está compuesta de dos volúmenes. El primero contiene dos de las cinco partes de la obra: "Las fuentes de la vida interior y su fin", donde se ponen las bases de la vida interior y "La purificación del alma de los principiantes", que trata, sobre todo, de los temas de la ascesis cristiana.
El legado literario de Lagrange en esta obra es cuantioso y variado. Sus capítulos, famosos por la pasión, la claridad y la solidez, fructifican hasta hoy en numerosos artículos y libros de varios autores que universalizan su obra. El éxito de esta obra fue enorme desde el inicio.
"La vida interior es «un preludio» de la vida del cielo" solía decir el autor. En su obra expone, entre otras cosas, algo como esto: "Cuando ya la vida interior pasa a ser cada vez más una conversación con Dios, el hombre se desprende poco a poco del egoísmo, del amor propio, de la sensualidad, del orgullo; y, por la frecuente oración, pide al Señor las gracias siempre renovadas de que se ve necesitado. De esta suerte, comienza el hombre a conocer experimentalmente no ya sólo la parte inferior de sí mismo, sino la porción más elevada. Sobre todo comienza a conocer a Dios de una manera vital; a tener experiencia de las cosas de Dios. Poco a poco el pensamiento del propio yo, hacia el cual hacemos convergir todas las cosas, cede el lugar al pensamiento habitual de Dios. Y del mismo modo el amor egoísta de nosotros mismos y de lo que hay en nosotros menos noble, se transforma progresivamente en amor a Dios y a las personas en Dios. La conversación interior cambia, tanto que San Pablo pudo decir: “Nuestra conversación es ya en el Cielo, nuestra verdadera patria” (Flp 3, 20).
Violinista y compositor reputado, Tomaso Albinoni, fue un compositor que, en su tiempo, fue reconocido especialmente como autor de óperas. Ya a los 24 años había obtenido resonantes éxitos, en tanto que Vivaldi recién abordaría el género lírico muchos años después. En 1694 Albinoni inauguró su catálogo con «Zenobia, Regina dei Palmironi» y durante medio siglo produjo más de cuarenta dramas destinados a los teatros venecianos. Albinoni escribió alrededor de una cincuentena de óperas, de las cuales 28 se representaron en Venecia entre 1723 y 1740, pero actualmente es más conocido por su música instrumental, especialmente sus conciertos para oboe, ya que muchas de sus óperas no han llegado a nuestros días. Solamente «Zenobia» (1694), «Engelberta» (1709) y «La Statiza» (1726) han llegado completas hasta hoy.
En sus primeros años de composición, Tomaso no pareció buscar una protección directa de la que pudiese extraer beneficios materiales. Era el aficionado que escribía música como entretenimiento y no para obtener dinero. Por esa época el mismo agregaba a su nombre el título de "musico di violino e dilettante veneto". El músico veneciano unía al desinterés del "amateur" un perfecto conocimiento de la composición musical, por lo que a partir de 1711 comenzó a considerarse un "profesional" y durante medio siglo produjo más de cuarenta dramas destinados a los teatros venecianos.
«Zenobia, Regina dei Palmironi» fue estrenada en su ciudad natal con reconocido éxito pero pronto cayó en el olvido. No era fácil estar interpretando la misma ópera en lugares pequeños, eso era como estar pasando la misma película una y otra vez y esperar el mismo éxito. La obra toca el tema de Septimia Bathzabbai Zainib, más conocida como «Zenobia» (23 de diciembre 245 - 274), quien fue la segunda mujer del príncipe Odenato de Palmira y reina del Imperio de Palmira. Odenato era un príncipe cliente del Imperio romano, que fue asesinado en el 267. Zenobia tomó las riendas del poder a nombre de su joven hijo heredero y nunca se supo como acabó su vida. Albinioni, a sus 23 años, quedó más que fascinado al leer la historia de esta mujer con un libreto de Antonio Marchi
Hoy quiero invitarles a escuchar un poco de esta ópera, muy desconocida por ahora y bastante poco interpretada.
El mensaje de Dios contenido en la Biblia no se nos ofrece de una forma sistemática; es más bien una teología que se encuentra diseminada a través de los libros, incluso con planteamientos diversos. La Teología bíblica no es una teología estática. Por ejemplo, si nos preguntamos qué dice la Biblia sobre la «pervivencia», la respuesta no puede consistir en aducir dos o tres textos que aseguren la resurrección futura, sino que hay que hacer un recorrido por el Antiguo y Nuevo Testamento para ver el proceso progresivo de una verdad, oscura en determinados estratos históricos, pero que se aclara poco a poco. Este acercamiento al texto bíblico, en cada época, en cada libro, nos pone en contacto con un pueblo y una fe, una alianza, que se va haciendo ininterrumpidamente con sus avances y retrocesos.
"Anden de una manera digna del Señor, procurando serle gratos en todo, dando frutos de toda obra buena y creciendo en el conocimiento de Dios" (Col 1,10).
Cuando leemos la Biblia hay que hacernos preguntas, que, pueden ser algo como esto: ¿qué sentido tuvo este suceso que aconteció, esta persona o estos personajes que aparecen, este comportamiento determinado, esta sentencia que allí se menciona... todo dentro del campo de la historia de salvación? Y para ver cómo Jesús es el vértice de cada pasaje hay que ver qué relación guarda con él lo que se ha leído. Para profundizar y ampliar la comprensión de cada pasaje o realidad, podemos acudir a las síntesis o diccionarios de teología bíblica y sobre todo a los pasajes paralelos de la Biblia.
El autor del libro del profeta Ezequiel, es el sacerdote Ezequiel, hijo de Buz (1, 3). Parece ser que fue llevado a Babilonia con ocasión de la primera deportación (a. 597), y allí, al año quinto del destierro, siente su vocación de profeta, que desarrolla a lo largo de unos 20 años (593-571). Algunos piensan que su primera actuación profética corresponde a Jerusalén y que no iría a Babilonia hasta después de la destrucción de Jerusalén (587).
Hay quienes, leyendo la Biblia, se preguntan la razón por la cual escribe san Pablo una carta a los Romanos. Ciertamente estudiando la Biblia vemos que la Iglesia de Roma no fue fundada por él, ni tan siquiera la había visitado nunca; consiguientemente, no estaba muy enterado de los problemas o carencias que pudieran darse en aquella comunidad. Por eso esta carta carece de alusiones a problemas concretos y se mueve en un terreno predominantemente teórico y doctrinal; lo que parece pretender el Apóstol de las Gentes es presentar ante los romanos —a los que pensaba visitar en breve— lo que es su pensamiento sobre un tema tan fundamental, como el de la justificación por la fe. Vale la pena leer esta carta despacio.
En la Biblia, las cartas de San Pablo, hay que entenderlas como escritos ocasionales, a los que, por consiguiente, no hay que exigir el orden y el plan que podemos encontrar en un tratado sistemático. Esto no obstante, podríamos preguntarnos: ¿en torno a qué idea madre o central gira la teología paulina? Las respuestas son muy variadas ciertamente, pero todo su ser y quehacer, expresado en sus escritos, pone a Cristo en el centro de su vida, como debe ser en cada una de nuestras vidas.
"Mandó al pueblo y a los habitantes de Jerusalén que dieran su porción a los sacerdotes y a los levitas para que estos observasen fielmente la Ley de Yahvé" (2 Cro 31,4).
En la primera carta de san Juan, no hay ninguna referencia a quién sea su autor; sin embargo, todos los estudiosos coinciden en afirmar que el autor de esta carta es el mismo que el del cuarto evangelio. Lo que se dice de la autoría de Juan sobre el evangelio hay que decirlo también respecto de la autoría de esta carta. No es fácil determinar si es anterior o posterior al evangelio, aunque parece que remacha y concretiza más las ideas del evangelio.
La escatología cristiana es el estudio sobre las "realidades últimas" según la visión del cristianismo, en relación con la esperanza de la vida eterna en la que se sostiene. En la Biblia, la escatología actúa como fuerte motivación para la fidelidad y la conversión: "Vengo pronto" (3, 11); "Mira que estoy a la puerta y llamo" (3, 20); "Manténte fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida" (2, 10); "Al vencedor le daré maná escondido; y le daré también una piedrecilla blanca, y, grabado en la piedrecilla, un nombre nuevo..." (2, 17). ¡El cielo nos espera!
En alguna otra ocasión he comentado algún libro de misterio o de terror, porque, aunque no es algo totalemente de mi gusto, sí lo es de muchos y vale la pena hacer un copmentario también de este tipo de lectura. Así que hoy toca el turno a unas páginas de terror que dieron pie a una película famosísima: «El Resplandor» (The Shining).
Esta es la tercera novela de terror del escritor estadounidense Stephen King, publicada en 1977. Fue su primer bestseller en tapa dura, lo que lo posicionó como un preeminente escritor del género de horror. Stephen King, se basó en el cuento La máscara de la Muerte Roja de Edgar Allan Poe. En varias partes del libro, se hace alusión a esta: «...y la muerte roja cayó sobre todos ellos...». Además ha dicho que el libro explora el tema del alcoholismo y la relación de padres e hijos.
La novela trata de una familia con muchos problemas, tanto económicos como personales, y, debido a esto, Jack Torrance (el protagonista) se ve obligado a aceptar un empleo como cuidador de un hotel durante el invierno junto a su familia. A éste le resulta una oportunidad perfecta, ya que él es escritor y la paz y tranquilidad es justo lo que necesita para terminar su obra.
El Hotel Overlook, esta situado en uno de los parajes más hermosos del mundo, en lo alto de las montañas de Colorado. El pueblo más cercano es Sidewinder, y está situado aproximadamente a 65 kilómetros del hotel. Los caminos son intransitables por el invierno, por lo que el lugar está prácticamente aislado del mundo, sobre todo cuando las tormentas se hacen fuertes. Aún así Jack se ve obligado a aceptar el trabajo, sin imaginar los terribles acontecimientos que se suscitaron en aquel hotel en el pasado. Poco a poco, va descubriendo los más terribles espíritus, los cuales ofrecen a los visitantes un número de apariciones de escenas terribles y escalofriantes. Al comienzo, Dick Halloran, el cocinero del hotel agrega que «son como las láminas de un libro», pero poco a poco van cobrando fuerza hasta que tienen el poder de hacer daño y provocar incluso la muerte de la familia Torrance. En El Resplandor no existe la palabra simple, todos los personajes están dotados de una complejidad tal que parece que vayan a escapar de las páginas.
Sin duda, el gran personaje de esta novela es el Overlook, el hotel que esconde mucho más de lo que parece, donde empleados han visto cosas inexplicables. Jack es un hombre que se ve abrumado por las culpas que le acompañan desde hace años. Su pasado le persigue cada vez que ve a su mujer o a su hijo, a quienes ha hecho sufrir con sus ataques de ira o su alcoholismo. Danny es un niño muy especial. Extremadamente inteligente para su edad y con esa sensibilidad que le otorga el resplandor, intentará por todos los medios ayudar a sus padres, pero ¿qué puede hacer un niño de cinco años? Demasiado pequeño para un mundo de adultos que comprende más de lo que debería. Wendy, por su parte, pasa al inicio más bien desapercibida, pero luego sorprende.
El libro está dedicado al hijo de King, Joseph: "Es para Joe Hill King, quién brilla." Fue adaptado para la pantalla grande en una película dirigida por Stanley Kubrick, estrenándose en 1980.
Entre 1903 y 1904, Gustav Mahler —mi compositor favorito y de quien he puesto varias obras— compuso la Sinfonía n.º 6 en la menor y conocida como «Trágica». Es la obra que esta semana invito a mis 10 seguidores a escuchar.
De entre todas las sinfonías de Mahler, la sexta es la única que termina de forma inequívocamente trágica. Mahler es, por supuesto, un compositor con claras connotaciones trágicas, pero el hecho es que la mayor parte de sus sinfonías terminan de forma triunfante (1, 2, 3, 5, 7 y 8), mientras que otras terminan con un clima de alegría (4), tranquila resignación (9) o calma radiante (10). La conclusión trágica, incluso nihilista de la Sexta Sinfonía, está considerada como particularmente inesperada, ya que la obra fue compuesta en una etapa especialmente feliz de la vida de Mahler: se había casado con Alma Schindler en 1902, y durante el transcurso de la composición nació Anna, su segunda hija.
Tal vez debido a su complejidad o a su carácter especialmente severo, rupturista y pesimista, la sexta no figura entre las sinfonías más populares de Mahler para el público en general. Sin embargo, es reconocida por muchos como una de sus mejores obras y en concreto a mí me encanta escucharla una y otra vez. Está considerada como una sinfonía que requiere un gran estudio por parte de los directores y de las orquestas. Alban Berg y Anton Webern la elogiaron tras la primera audición, para Berg era "la única sexta, a pesar de la Pastoral", mientras que Webern se encargó de dirigirla en más de una ocasión.
La estructura de la Sexta Sinfonía es:
1. Allegro energico, ma non troppo. Heftig, aber markig
2. Andante moderato
3. Scherzo. Wuchtig
4. Finale. Allegro moderato. Allegro energico
La obra comienza, con un Allegro energico, ma non troppo con las cuerdas golpeadas por los arcos y un timbal marcial, que suena hasta la entrada electrizante de las cuerdas más agudas. Aparece luego otra cita bruckneriana (esta vez, una alusión al Finale de la Séptima del de San Florián) y, tras un golpe de timbal, comienza el famoso «tema de Alma».
El segundo movimiento, Andante moderato, es de una placidez y hermosura que han hecho que eminentes mahlerianos como Henry Louis de la Grange lo consideren entre las páginas más bellas jamás escritas por Mahler. Hay que decir que no se ha resaltado demasiado la similitud entre uno de sus temas y la Pavana para una infanta difunta de Ravel.
El Scherzo es de una mordacidad insospechada. No hay aquí sensación de alegría, sino de malicia, o al menos picardía. El movimiento está plagado de cambios de ritmo y combinaciones entre sus diferentes secciones. Es, por si hiciera falta decirlo, una demostración del poderío de Mahler como orquestador.
El Finale (Allegro moderato) es, por si no bastaba lo anterior, un verdadero monumento sonoro. Un movimiento descomunal que suele deparar una interpretación de media hora, en la que Mahler pone todo de sí para transmitir una angustia con pocos parangones en la historia de la música. El último tramo es desesperante, debido a que Mahler introduce un atisbo de plenitud y tranquilidad en la nueva exposición de los temas, pero de pronto se derrumba una vez más todo con desesperación, para descender a la tristeza con un tramo final que consiste en una coda casi fúnebre, tocada por los vientos de metal en pianissimo, estalla en un fortissimo a toda orquesta cuyos últimos estertores son un pizzicato que suena como el último suspiro del protagonista, imaginario o no, de la obra.
Los judíos consideraban que existían dos cánones de los Libros Santos: el Canon Breve (palestinense) y el Canon Largo (alejandrino). Así, el Antiguo Testamento en hebreo (Canon Breve) está formado por 39 libros y se divide en tres partes: " La Ley", "Los Profetas" y "Los Escritos". El Antiguo Testamento en griego (Canon Largo) está formado por 46 libros. La versión griega de la Biblia, conocida como de los Setenta, cuenta con 7 libros más: Tobías, Judith, Baruc, Eclesiástico, I y II de Macabeos y Sabiduría. Además, algunas secciones griegas de Ester y Daniel. Estos libros son conocidos frecuentemente, aunque la expresión no sea necesariamente la más adecuada, como "deutero-canónicos". Los judíos en Alejandría tenían un concepto más amplio de la inspiración bíblica. Estaban convencidos de que Dios no dejaba de comunicarse con su pueblo aún fuera de la Tierra Santa, y de que lo hacía iluminando a sus hijos en las nuevas circunstancias en que se encontraban. Los Apóstoles, al llevar el Evangelio al Imperio Grecorromano, utilizaron el Canon Alejandrino. Así, la Iglesia primitiva recibió este canon que consta de 46 libros.
Se sabe que la Biblia fue escrita en diversos lugares. El Antiguo Testamento en Palestina, Babilonia y Egipto. El Nuevo Testamento en Palestina, Siria, Asia Menor, Grecia e Italia. Es increíble que muchas veces parece que fuera escrita aquí y ahora, como palabra viva y eficaz.
Los libros poéticos y de sabiduría en la Biblia, forman un conjunto de 7 libros: Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantar, Sabiduría, Eclesiásticos. En ellos se nos enseña cómo relacionarnos con Dios y los demás a través de poesías, la mayoría del Rey David y Salomón, oraciones o frases sabias. El libro de Job nos habla del hombre justo que sufrió y quería saber por qué, los Salmos son los cánticos de alabanza usados en el templo, los Proverbios son joyas de sabiduría, Eclesiastés revela el peregrinaje espiritual de alguien que busca el sentido de la vida y el Cantar de los Cantares es una bella canción de amor.
"En todo tiempo, en las solemnidades y en los restantes días no hemos cesado de hacer memoria continua de ustedes en los sacrificios que ofrecemos y en nuestras oraciones, pues es justo y razonable acordarse de los hermanos" (1 Mac 12,11).
La Biblia no fue escrita, como decimos "de golpe y porrazo", sino que llevó mucho tiempo, más de 1000 años. Comenzó a escribirse alrededor del año 1250 a.C. y se puso punto final sólo cien años después del nacimiento de Jesús. La Sagrada Escritura como hoy la tenemos, pasó por muchas etapas. Primero fue vivida, después fue contada y luego, para que perdure, escrita.
"Dijo, pues, Samuel: «Si de todo corazón se convierten a Yahvé, quiten de en medio de ustedes los dioses extraños y las astartés; enderecen su corazón a Yahvé y sírvanle solo a Él, y Él los librará de las manos de los filisteos»" (1 Sam 7,3).
El libro de Rut, en la Biblia, contiene la encantadora historia de una familia del tiempo de los Jueces. La moabita Rut, peregrina con su suegra Noemí desde el país de Moab a la patria de ésta y se casa con Booz, un rico pariente de su marido. Los dos, Booz y Rut, aparecen en la genealogía de Cristo (Mt. 1, 5). No se sabe exactamente, cuándo se escribió. Muy probable es la hipótesis de que su autor es aquel que escribió el primer libro de los Reyes, tal vez el profeta Samuel. El relato nos ofrece un hermoso ejemplo de la divina Providencia que todo lo dispone y hace que concurran aún los menores sucesos al cumplimiento de sus mayores designios. Nos pone ante los ojos un modelo de singular piedad y religión, tanto en Rut como en su suegra Noemí, y nos deja ver en Booz, no sólo un modelo de israelita, sino también un miembro de la real estirpe, de la cual nació Nuestro Señor Jesucristo.
El Pentateuco, o, como lo llaman los judíos, el Libro de la Ley (Torah), encabeza los 73 libros de la Biblia, y constituye la magnífica puerta de la Revelación divina. Los nombres de los cinco libros del Pentateuco son: Génesis, Exodo, Levítico, Números y Deuteronomio, y su fin general es: exponer cómo Dios escogió para sí al pueblo de Israel y lo formó para la venida de Jesucristo; de modo que en realidad es Jesucristo quien aparece a través de los misteriosos destinos del pueblo escogido. El autor del Pentateuco es Moisés. El mismo Jesús habla del "Libro de Moisés" (Mc., 12, 26), de la "Ley de Moisés" (Lc., 24, 44), atribuye a Moisés los preceptos del Pentateuco (cf. Mt., 8, 4; Mc., 1, 44; 7, 10; 10, 5; Lc. 5, 14; 20, 28; Juan 7, 19), y dice en Juan 5, 45: "Su acusador es Moisés, en quien han puesto su esperanza. Si creyeran a Moisés, me creerían también a Mí, pues de mí escribió él".
La Biblia se escribió en tres idiomas: HEBREO, ARAMEO Y GRIEGO. En HEBREO se escribió la mayor parte del Antiguo Testamento. En ARAMEO se escribieron los libros de Tobías, Judit, fragmentos de Esdras, Daniel, Jeremías y del Génesis; además del original de San Mateo. En GRIEGO se escribieron el libro de la Sabiduría, el II de Macabeos, el Eclesiástico, partes de los libros de Ester y de Daniel y el Nuevo Testamento, excepto el original de San Mateo.
Si tuviesen que jerarquizarse en orden de importancia los libros de texto utilizados en la historia de la educación en México, el catecismo del padre Ripalda tendría que ocupar el primer lugar. Este texto fue utilizado no sólo para la enseñanza de la doctrina cristiana, sino también del español, el civismo y la lectura. Se hicieron traducciones cuando menos en náhuatl, otomí, tarasco, zapoteca y maya. En sus páginas lo mismo aprendían normas generales de comportamiento social los niños de una escuela poblana del siglo XVIII, que se apropiaba de una concepción particular del mundo los estudiantes de un colegio michoacano a mediados del siglo XX.
Su autor, Jerónimo Martínez de Ripalda, nació en Teruel, en el reino de Aragón en 1536. En 1551 ingresó a la Compañía de Jesús. Tuvo a su cargo las cátedras de filosofía y teología y fue rector de la Universidad de Salamanca. Se distinguió como orador sagrado. En 1618 publicó el Catecismo y exposición breve de la doctrina cristiana, que recomiendo repasar esta semana. También se imprimió su libro Suave coloquio del pecado con Dios. Murió en Toledo en ese mismo año, a los 82 años de edad, sin que haya podido imaginar la gran difusión que tendría su catecismo más allá de los mares y a través de los tiempos.
El concepto catecismo, proviene del latín catechismus, que significa instruir, que a su vez proviene del griego kateechismo, que puede traducirse como compendio sobre alguna rama del conocimiento y de katecheo, que de manera más especifica significa instruir a través de un sistema de preguntas y respuestas. En su acepción castellana se aplica a un texto que en forma de preguntas y respuestas contiene la exposición sucinta sobre algún tema. Su presentación en forma de diálogo entre el maestro y el alumno facilitaba la enseñanza y el aprendizaje. Su origen deriva del método utilizado por los primeros cristianos para adoctrinar a los aspirantes a la nueva religión, a quienes llamaban catecúmenos, que a través del sistema de catecismo difundían los principios de la nueva religión en pequeños grupos. Luego se fueron copiando los rudimentos de la doctrina en pequeños legajos, para transmitirse a distancia y en el tiempo. Estos escritos fueron desarrollándose conforme fue progresando el cristianismo, y una vez consolidado como religión dominante en Europa se fue diluyendo su uso.
El Concilio de Trento sirvió de base al jesuita Ripalda para elaborar su catecismo, dirigido especialmente a la infancia, con el propósito de ser utilizado a través de un adoctrinamiento sistemático más factible en las instituciones escolares.
Los años han pasado y muchos conceptos han cambiado, sin embargo, este catecismo sigue siendo una base sólida para un conocimiento general de la religión católica. La beata María Inés Teresa recomendaba tener siempre uno a la mano... tal vez sea tiempo de volver a repasar esas preguntas que muchos de nosotros estudiamos en el catecismo.
Hoy hablo de una composición musical que corre a cargo de John Williams, el gran músico del cine, quien ha realizado la banda sonora de más de cien películas, sin contar la música que ha compuesto para varias series de televisión y algunas obras cortas más. Durante más de cincuenta años, John Williams ha compuesto varias de las más famosas bandas sonoras de la historia del cine, como La Guerra de Las Galaxias —de la que ya he hablado—, Tiburón, E.T, Superman, la saga de Indiana Jones, La lista de Schindler y más recientemente, Harry Potter. Indudablemente, John Williams es el que pone música al Cine y el que nos ha hecho ir a muchos mundos tantas y tantas veces a lo largo de nuestras vidas.
Mientras que mucha de la música «clásica» de los últimos tiempos se alejaba del cine, dando paso a baladas sentimentales o música electrónica estridente, según fuera el caso, Williams recurre a la gran orquesta para dejarnos una obra de estupenda calidad que igual se disfruta sin ver la película. Y vaya que a Williams le costó tener a tiempo la música de Jurassic Park, ya que la película se estrenaría en junio de 1993 y a fines de mayo él iba terminando la composición total.
Williams ha realizado la banda sonora de más de cien películas, sin contar la música que ha compuesto para varias series de televisión. Durante más de cincuenta años, Indudablemente, John Williams es el que más ha puesto música al Cine y el que nos ha hecho soñar tantas y tantas veces a lo largo de nuestras vidas.
Jurassic Park es una obra al más puro estilo de Williams: con las reminiscencias necesarias de Tiburón, se trata de una banda sonora que es clásica y que es sobre todo es descriptiva. Incluye 3 temas especialmente vibrantes, uno de ellos melodioso y fácilmente identificable, el «Jurassic Park Suite».
Les invito a escuchar una obra de este portento musical cuyo talento colosal está fuera de toda duda.
Ciertamente Dios puede hablarnos de muchas maneras, pero ha dejado su Palabra para tener un encuentro cotidiano con Él. Si resulta difícil la lectura de la palabra debemos invocar al Espíritu Santo para que, en comunión con la doctrina de la Iglesia nos revele la verdad. Dios nos habla a través de su mensaje de salvación y hay que estar atentos como María. ¿Con qué atención escuchamos las lecturas en la Misa Dominical? ¿Cuántas veces nos acercamos a la Sagrada Escritura y en qué condiciones lo hacemos?
Cuando se lee la Biblia hay que hacerse varias preguntas como estas: ¿Qué dice el texto? ¿Qué quiere decir el autor sagrado en su contexto? ¿Qué le dice a mi vida? ¿Cómo puedo verme desde lo leído? ¿Cómo sería mi vida si la ilumino con la enseñanza del texto leído y según la tradición de la Iglesia? Son buenas preguntas que se pueden aplicar a la familia y a la comunidad y hacerse, de manera personal sobre todo, frente a Jesús Eucaristía en su Sagrario.
¿En qué estado se encuentran nuestras Biblias? ¿Nuevas y cubiertas de polvo por la falta de uso? ¿O gastadas, llenas de marcas, tarjetas, flores secas, fotos, oraciones, pensamientos, indicadores de la vida que ha pasado por esas páginas? Es una riqueza inmensa la que podemos encontrar en la Sagrada Escritura. Bastaría con leer, por decir algo, la epístola de Santiago para ver la actualidad de esas palabras.
Los grandes personajes de la Biblia siempre miraron al cielo, mientras que muchos de los «grandes» personajes del mundo actual miran solamente al suelo... ¡Necesitamos levantar la mirada! La Sagrada Escritura no se equivoca: "Alzad vuestros ojos a los cielos, y mirad la tierra abajo; porque los cielos como humo se desvanecerán, y la tierra como un vestido se gastará. Sus habitantes como mosquitos morirán, pero mi salvación será para siempre, y mi justicia no menguará" (Isaías 51,6).
Al leer la Biblia hay que recordar que en todo tiempo y lugar hay siempre expresiones idiomáticas como por ejemplo los llamados "modismos", formas de hablar y de expresarse en la propia cultura. Un ejemplo puede ser cuando nosotros decimos: "Estoy hecho polvo"... por eso no todo lo que está escrito en la Biblia se puede tomar de manera literal. Hay muchas expresiones de aquellas épocas que hay que entender.
La Biblia es un libro escrito hace muchos siglos, en un lenguaje de otras épocas y de otras culturas. No podemos leerla sin ninguna preparación, como si se tratara del periódico de cada mañana. El lenguaje del periódico es nuestro lenguaje, emplea nuestros modos de hablar y de expresarnos y sabiendo leer, no cuesta mucho trabajo entender lo que dice. Pero, la Biblia hay que leerla e interpretarla, entonces no basta saber leer, sino conocer un poco la cultura y los personajes más sobresalientes de cada época. Por eso es siempre interesante participar en los cursos bíblicos que se ofrecen a nivel diocesano, parroquial o institucional en la Iglesia.
En un escrito tan amplio como lo es la Sagrada Escritura, hay que saber encontrar claves de lectura que podamos tomar como hilo conductor para entrelazar los diversos libros que la componen. Por ejemplo: Moisés es tan importante para el Antiguo Testamento como Jesús lo es para el Nuevo. A Cristo lo conocemos gracias a los evangelistas y a Moisés lo podemos conocer en los libros del Éxodo y Deuteronomio.
San Francisco de Sales, Obispo de Ginebra, fundador de las religiosas de la Visitación, fue, según el testimonio de San Vicente de Paul, el hombre que mejor ha imitado al Hijo de Dios en su vida mortal. Cuando uno ve sus escritos —es patrono de los periodistas— se topa con un santo no del pasado, sino a un brillante escritos de este presente, tan lleno de retos y esperanzas.
Buena prueba es este libro que recomiendo leer y que vio la luz hace muchos años y, que, desde entonces, ha tenido varias ediciones, tanto en francés como en español y otras lenguas. En él, el autor, el canónigo Vidal, presenta al vivo y en directo al Obispo de Ginebra.
El libro es interesante y en realidad es un coloquio entre San Francisco de Sales, protagonista y verdadero autor de estas páginas y nosotros, ávidos lectores, a los que invita, cuestiona, sugiere, alecciona... manteniendo a lo largo de un atractivo libro, una conversación en la que sale al paso de nuestras preocupaciones, inquietudes, anhelos y problemas cotidianos, con el afecto de un verdadero amigo y guía espiritual. Este santo varón nos llama a abrir todas las llaves por las cuales fluye la alegría, en nuestras vidas sea de origen natural sensible, espiritual o de raíz sobrenatural.
En estos tiempos en el que el Papa Francisco nos habla tanto de alegría de vivir el Evangelio y no solamente eso, sino que nos contagia de esa alegría de los hijos de Dios, la lectura de este libro que he repasado ya varias veces —desde que Yoyina mi cuñada me lo regaló hace más de 25 años, cuando aún era novia de mi hermano— me parece algo imprescindible.
Mili Alekséievich Balákirev (ruso: Милий Алексеевич Балакирев; Nizhni Nóvgorod, 2 de enero de 1837— San Petersburgo, 29 de mayo de 1910) fue un músico ruso que nació en una de las cinco ciudades más importantes de esa basta nación. Siendo pequeño aún, su madre lo inició en la música, recibiendo de ella sus primeras lecciones de piano.
En 1853 a los dieciséis años entró en la Universidad de Kazan para estudiar matemáticas y después ingeniería. En 1856 en un viaje a San Petersburgo conoció a Mikhail Glinka el cual influyó poderosamente en su vida, convenciéndolo de dedicarse exclusivamente a la música. Glinka despertó en él en la pasión por el nacionalismo, llevándolo a la determinación de que Rusia había de tener su propia escuela musical. Junto a él se agruparon jóvenes músicos como Nicolai Rimsky-Korsakov, Modest Mussorgsky, Alexander Borodin y César Cui, que también participaban de las mismas ideas. Los cinco compositores fueron descritos por el influyente crítico musical Vladimir Stàssov como "El Grupo Poderoso", pero posteriormente se les conocería con la famosa denominación de "El Grupo de los Cinco".
Balakirev era un excelente pianista, su obra corta más conocida y que he elegido para esta semana, junto con el Poema Sinfónico «TAMARA», es «ISLAMEY», una fantasía para piano que ha sido reconocida como una de las piezas más difíciles de interpretar. Prácticamente Balakirev nunca tuvo un curso sistemático de armonía y contrapunto, ni siquiera superficialmente; él pensaba que este tipo de estudios era completamente innecesario, recomendaba el trabajo empírico y en sus enseñanzas se mostraba intransigente, no tolerando la mínima desviación.
Hasta 1871 Balákirev —aunque discutido por esta razón— tuvo autoridad y prestigio. Sin embargo, los problemas financieros crónicos de La Escuela de Música Libre, la muerte de su padre que dejó a su cargo a dos hermanas, el agotamiento de tener que subsistir con solo los ingresos de sus conciertos y clases de música y la aparente disgregación del "Grupo de los Cinco", le causaron un colapso nervioso y una grave depresión. Los amigos que lo visitaban no encontraron rastro de su antiguo carácter fuerte y enérgico y escondieron todas sus obras escritas, ante el temor de que las destruyera. Tenía treinta y cinco años y en el futuro su existencia ya no sería la misma.
De no creer en Dios, pasó a consultar con adivinos para, finalmente, convertirse en un ferviente cristiano ortodoxo. Decidió retirarse del mundo de la música aceptando un trabajo en la Compañía del Ferrocarril, en la línea de Varsovia. Más adelante tuvo diversas ocupaciones, entre ellas la de inspector escolar. Durante la siguiente década y animado por sus buenos amigos, retomó lentamente su dedicación a la música. Nikolai Rubinstein le ofreció una cátedra en el Conservatorio de Moscú, pero él no la aceptó, argumentado que no tenía el conocimiento suficiente de teoría musical para ocupar el puesto. En 1883 fue nombrado director de la Capilla Imperial y Director de la Sociedad Musical Imperial, cargos que ocuparía hasta su jubilación en 1895. Los últimos quince años de su vida, mientras vivía austeramente, se ocupó en revisar sus obras. Falleció el 29 de mayo de 1910 a los setenta y tres años y fue enterrado en el Cementerio Tikhvin, situado en el recinto del monasterio Alexander Nevski de San Petersburgo, donde también descansan Tchaikovsky, Borodin, Cui, Mussorgsky, Rimsky y Glinka.
Aunque inspirado en la música genuinamente rusa, es innegable la influencia de Liszt y Chopín en sus composiciones. El exceso de trabajo y su afán perfeccionista, unido a sus problemas de salud, impidieron posiblemente, que Balakirev llegara a destacar como notable compositor. Su producción abunda en obras poco extensas como «ISLAMEY». Ideas musicales que normalmente se asocian con Rimsky-Korsakov o Borodin, tuvieron su origen en las improvisaciones al piano que Balakirev solía hacer en sus reuniones, pero su lentitud en desarrollarlas le robó el crédito de su inventiva. Consejero de Tchaikovsky al principio de sus estudios, le asesoró en la creación de su obertura Romeo y Julieta y años después en Manfred. Hoy en día es muy poco recordado como compositor, y debe reconocerse en justicia que sin él la música rusa no habría evolucionado de la misma forma. Por eso yo quiero recordarlo junto con mis 10 seguidores.
«ISLAMEY» es una fantasía para piano, que fue compuesta durante todo un mes, lo que supone un fuerte contraste con la costumbre del compositor, de utilizar a veces incluso años para terminar una pieza. La obra se divide en tres partes distintas: una introducción en la que se presenta el tema principal; una sección central que nos presenta un tema completamente distinto y nuevo que es lento, melodioso y exótico en comparación con las otras dos fuertes secciones; y una tercera parte que es una vuelta al primer y principal tema con un final impresionante por su brío y por su intensidad.
Las numerosas versiones de «ISLAMEY» tienen frecuentes y numerosas ossias (pasajes musicales alternativos que puede tocarse en lugar del pasaje original, generalmente más fáciles) debido a su tremenda dificultad técnica, que la hizo una pieza favorita para virtuosos como Nikolái Rubinstein (que estrenó la pieza), Martha Argerich y Franz Liszt, que la defendían. A pesar de algunas calificaciones que tratan a «ISLAMEY» como simplemente una obra extraordinaria, excepcional, sólo de exhibicionismo técnico y no muy "musical", lo cierto es que ha tenido un duradero impacto en la música para piano solo y cuenta con una gran reputación en el repertorio para piano. Ravel le comentó una vez a un amigo suyo que su objetivo al componer su Gaspard de la nuit era crear una pieza que fuera más difícil que esta pieza de Balákirev. Aleksandr Borodín incluyó fragmentos de la obra en su ópera El Príncipe Igor, mientras que Nikolái Rimski‑Kórsakov hizo lo mismo con su Scheherezade.
El estilo poético y el lenguaje romántico del poema «TAMARA» son tan importantes para la comprensión de la obra musical como su argumento, que describe una hermosa pero malvada princesa, cuyas canciones misteriosas e irresistibles atraen a los viajeros hasta su castillo encantado en las riberas del río Terek, en el Cáucaso, lugar que el compositor visitó quedando gratamente impresionado por los imponentes paisajes de agreste belleza. De allí le nació la idea de escribir la música para este poema de Lermontov.
Balakirev comenzó Tamara en 1867, pero avanzaba el trabajo de forma esporádica. Transcurrieron tres años más hasta el día en que la tocó ante el entusiasmo de un grupo de fieles seguidores, pero aún tardaría otros tantos en orquestar la obra, hasta que la insistencia de Stàssov le dio el impulso para terminarla. Después de un período de quince años, fue estrenada en marzo de 1883 bajo la dirección de su autor.
Tamara se considera la obra maestra de Balakirev. La sutileza que emplea el compositor dentro de una excelente estructura y la fuerza del cromatismo orquestal la convierten también en uno de los pináculos del poema sinfónico y piedra de toque del orientalismo. Como líder de «Los Cinco», Balákirev alentó el uso de temas y armonías orientales para fijar su «música rusa» lejos del Sinfonismo Alemán de Antón Rubinstein y otros compositores orientados a lo occidental.
Seducidos por la serpiente a intentar ser como dioses, Adán y Eva «sufrieron la muerte». Sí, ellos escogieron libremente y como Dios, ejercieron el libre albedrío que habían recibido de Él. Pero su libertad mal vivida solamente les llevó a la esclavitud. Sus ojos se abrieron, y descubrieron su desnudez y sintieron vergüenza. Sabemos que Satanás tiene «el poder de la muerte» (cfr. Hb 2:14-15). Adán y Eva deberían haber escuchado a Dios, cuya advertencia suena como las palabras de Jesús: «No teman a los que sólo pueden matar el cuerpo, pero no el alma; teman más bien al que puede perecer alma y cuerpo en el infierno» (Mt 10:28).
Una cosa muy importante que hay que tener en cuenta cuando leemos, estudiamos y meditamos la Sagrada Escritura es que la Biblia nos entrega la historia de nuestro mundo desde la perspectiva de Dios. La Biblia nos enseña que a través del tiempo, Dios está trabajando para alcanzarnos la salvación. Por esto decimos que la Biblia nos narra “la historia de salvación”. Esta historia no se contrapone, por ejemplo, con la teoría del "Big-bang" sobre la creación del mundo, ya que no es un libro científico y lo que debemos tener siempre muy claro es que Dios, el que es, el que era y el que será, es el Creador de todo el universo; en Él nos movemos, existimos y somos (Hch 17,28).